Instrucciones para leer un periódico

La única diferencia entre la realidad y las historias de Dashiell Hammett es que la realidad no se acaba. Continúa repitiendo incesantemente los relatos y novelas del autor de El hombre delgado aunque a veces no nos haga falta, aunque a veces no nos demos cuenta. Pero a veces la vida se empeña en castigarnos e imita a Raymond Chandler, con su millonario poderoso encerrado en su parque de orquídeas y cortinas doradas, descuartizando las reglas a favor de sus dos hijas rubias, tarifando donjuanes de baja estofa y carne morena y salpicando de sangre turbia los cajones de sus secretos. Entonces sí, entonces se hace inevitable volver a Hammett, a sus miserias a pequeña escala, que son las nuestras. Para manejarnos mejor, para escapar del fuego cruzado entre gigantes. Los periódicos vuelven a mostrarnos que no hay nada en ellos que Hammett no hubiera escrito antes. Estamos vivos porque el ciclo comienza otra vez.Hammett

El verdadero relato de la expulsión del Paraíso no está en el Génesis, sino en Cosecha roja. Caín cultivó la envidia e inventó el asesinato en una ciudad llamada Personville a la que todos conocen como Poisonville. Hammett supo encerrarnos en ella y jamás hemos vuelto a salir. Su protagonista, el Agente de la Continental, parece el primero en asimilar la principal enseñanza del Árbol del Bien y del Mal, es decir, que ambos cohabitan en la misma manzana. Con él comprendemos que hay que saltar de un lado a otro para alcanzar nuestros fines. Que los asesinos donan grandes cantidades a las organizaciones de caridad y que para imponer la paz hay que ser un hijo de puta desalmado con la puntería justa para atinar en una espalda a menos de dos metros de distancia. Hammett lo aprendió pronto durante su servicio en una agencia de detectives y después se dedicó a escribirlo, tras buscarse una tuberculosis, una escritora flaca, una agenda de manifas contra el poder establecido, un sombrero de dandi y una dieta rica en alcohol. Y pocos escrúpulos: “Si tienes una historia que merece contarse, y crees que la puedes contar dignamente, entonces lo que tienes que hacer es contarla, pese a quien pese, aunque trate de sexo, de marineros o de policías a caballo”.

A partir de aquí, todo se repite. Podemos tener una disputa de familia por el control de una empresa que acabe con un tiro en la sien en un concesionario de coches. Podemos leer la autopsia de aquella todopoderosa política caída en desgracia que acabó en un hotel con el hígado destrozado tras su último whisky con tortilla. Podemos atestar los juzgados de casos de corrupción o negociar con un gangster la llegada de una multinacional a la ciudad. Podemos descubrir que nuestro recaudador de impuestos cuadraba sus cuentas en negro, que nuestro presidente nunca salió de la oficina del registro de la propiedad o que esa muchacha que nos roba el sueño es tan agradable como un diablo rubio. Hammett ya lo habrá contado todo. Por eso es imprescindible para saber leer un periódico. Y estar al día de lo que no queremos saber.

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