En la Diputación de Alicante se han propuesto jugar a las sombras chinescas sin manos y sin luz. En una exposición dedicada a la Sábana Santa y alojada en los sótanos del Palacio Provincial, el principal atractivo es una fiel reproducción de la Síndone de Turín, la supuesta mortaja de Jesús en la que se perciben como en un relato forense ilustrado todas las torturas que sufrió desde su juicio hasta su crucifixión, según los evangelios. De esta forma, tanto la Diputación como los otros dos promotores del evento, la Junta Mayor de Hermandades y Cofradías de Alicante y el Centro Español de Sindonología (CES), han conseguido la certera pirueta de que una copia tenga más autenticidad que el original. Es tan brillante como dedicar una antología a la carrera de Christian Dior mediante las copias manufacturadas en China o analizar la obra de Picasso a partir de las reproducciones del Guernica que venden en Ikea. Salvo que en esta ocasión tampoco existen Dior ni Picasso.
La idea de la exposición partió de la Junta Mayor. “Queríamos sacar la Semana Santa de la Semana Santa, que también en Cuaresma se hablara de estas cuestiones”, explica Alberto Payá, su presidente. Tras una serie de exposiciones de antigüedades sacro-religiosas realizadas en las sedes de las hermandades, decidieron ampliar el campo de acción. Y convencieron a la Diputación para que albergara la exposición itinerante del CES. Payá es consciente de que la Sábana Santa es un objeto controvertido. Por eso dice que se fijó en el CES. “Como es tan llamativo, nos hemos centrado en el punto de vista científico de la Sábana Santa”, sostiene. Y precisamente ahí es donde la muestra cojea. Primero, porque la sindonología no solo no está reconocida por ninguna sociedad científica mundial, sino que tampoco tiene cabida en el Diccionario de la Real Academia. No es una ciencia, sino un hobby como el ganchillo, la papiroflexia o los puzzles de mil piezas. Y segundo, porque la exposición recoge en paneles explicativos los dos principales estudios que se han realizado sobre el sudario, pero se queda con el que cimenta sus conclusiones y rechaza abiertamente el que las rebate. Ni Íker Jiménez se atreve a ir tan lejos. Ni siquiera la propia Iglesia Católica, que jamás ha certificado la autenticidad de la Síndone de Turín en su presencia. De hecho, el Arzobispado de la ciudad que alberga la Sábana Santa admitió como válidos los resultados del estudio que demostró, mediante el Carbono 14, que la tela es del siglo XIV.
“La Iglesia admite que el valor de la reliquia no depende de su autenticidad, sino de la devoción que despierta entre los creyentes”, señala Javier Cavanilles, periodista y experto en desmontar presuntos fenómenos paranormales. “Ni el Vaticano defiende la Sábana Santa”, subraya, “a la que también se conoce como el quinto evangelio porque demostraría la existencia de Jesús”. En realidad, las reliquias constituyen “una aberración teológica”, continúa Cavanilles, “ya que si se consideran como pruebas de la existencia de Dios, eliminan el concepto de fe”. La mortaja turinesa, a su juicio, no es más que otra prueba de la excelente mercadotecnia del catolicismo. “No existe ningún documento histórico que certifique que ninguno de los lugares santos sea auténtico”.
En su estudio de fenómenos polémicos como las caras de Bélmez, la ufología o incluso la homeopatía, Cavanilles también se ha cruzado con los sindonólogos. “Son muy conservadores, ultramontanos”, señala. “Rechazan el estudio coordinado en 1988 por el British Museum pese a que fue impecable, realizado por tres laboratorios distintos, situados en lugares distintos, que a partir de muestras de la tela llegaron a las mismas conclusiones”. Este estudio, que sitúa el nacimiento de la Síndone en la Edad Media, “fue publicado en la revista Nature y nunca se ha refutado”, recuerda. El CES no ha llegado a publicar más allá de la revista del Arzobispado de Valencia, ciudad en la que tiene su sede.
La exposición de la Sábana de Turín es una transfusión de sangre para el caladero de votos que el PP (partido que gobierna la Diputación) tiene en los aledaños de las sacristías. En realidad, voces como las de Santa Teresa, Maimónides o Averroes tienen que sonar en las instituciones públicas como testigos de uno de los elementos indiscutibles de la cultura occidental, las religiones, siempre de la forma más aséptica posible. Pero prestarse a teorías emponzoñadas con el polvo de los siglos necesita algo más de justificación. No vaya a ser que volvamos a condenar a Galileo o a repudiar a Darwin. De eso ya no se ocupa ni el Papa Francisco.