Poca fe

Nos tenemos poca fe. Volvemos a la leche cruda, a la terapia ancestral, a luchar contra el sarampión a perdigonazos. Volvemos al dictado de los cielos y las zarzas, al envasado de esencias, al perfume envejecido de un camino que nunca existió hasta que lo hollamos mil veces durante otras búsquedas. Volvemos a quererlo todo bien a mano, a la superstición y al espejismo. Volvemos a la cueva en la que conseguimos dominar el fuego, como si solo recordáramos que nos sirvió para temer las sombras recién paridas, y no para aprender a calentarnos, para desbancar al imperio de la noche, para combatir el veneno invisible de la carne recién cortada. Volvemos a la época en que todavía no éramos responsables de nuestros actos porque para todo teníamos excusas o un catecismo de soles o un diluvio por llegar. Porque se nos acaba pronto la confianza en nosotros mismos. Quizá, porque no la hemos merecido.Mar brava

Padecemos el vértigo a la rotación de la Tierra como si nuestros oídos solamente estuvieran habituados al rumor del río, el blando estallido de la rotura de la tierra fértil o el vals de las hojas que compiten contra el viento. Como si no nos sirvieran el crepitar de las llamas, el crujido de una noria, el zumbido de las hachas o la sinfonía minúscula de las moléculas en un matraz. Como si lo que nos hubiera dejado aquí no fuera el golpe seco de las velas que se hinchan, la lenta observación del moho del pan, el crujir de la madera de los puentes o las cajas de colores de la tabla periódica de los elementos. Miramos constantemente hacia atrás como quien mira en verano las fotografías del último invierno, para tener la certeza de que entonces estábamos vivos y mañana quién sabrá.

Nos tenemos poca fe. Preferimos la certeza y la omnipotencia, la oscuridad y la detonación de rayos, la nostalgia y el instinto. Preferimos el invierno a la nevera, el manantial a la llave de paso, porque nunca hemos sabido conjugar el hábitat con los escenarios, porque nunca hemos asumido que somos hijos de la prueba y el error, que solo estamos de paso y que nos asustan los segundos desde que fuimos capaces de inventar el reloj. Nos preocupa que seamos capaces de desenvolvernos por nuestra cuenta, porque siempre nos queda la sensación de que alguna vez vengan a recriminárnoslo esos seres que también inventamos nosotros, cuando comenzamos a caminar.

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