No mirarás hacia otro lado

El director de la Inspección de la Agencia Tributaria, Luis Jones, ha dimitido. Sí, sí, en España. Una decisión ya catalogada en el género de la ciencia ficción y que se debe a “notables diferencias” respecto a los criterios que siguen sus jefes para cambiar manzanas de cesto, elegir la miopía o la hipermetropía en función de los casos que hay que investigar o vacunar las declaraciones del IRPF con membretes institucionales. El caso Noos, la designación de peritos a dedo en casos de corrupción e irregularidades en las inspecciones a la Infanta Cristina o a la empresa Cemex son algunas de las huellas digitales que Jones ha encontrado en los escenarios del crimen fiscal.

El chapapote de la política está impregnando la judicatura y las finanzas. Una señal evidente de que la corrupción ya ha desbordado los pantanos de lo admisible. El poder va poco a poco confeccionando su alineación de jueces y recaudadores sin darse cuenta de que en la escala de sutilidad están como en el Informe Pisa, solo por encima de Berlusconi y Kim Jong-un. El ministro de Economía, Luis de Guindos, ha dicho que confía plenamente en la transparencia de la Agencia Tributaria. Se le ha escapado el gesto de quien sabe que ha tirado el envoltorio de las chocolatinas al suelo pero asegura que se le ha caído. El principal responsable de Hacienda, el ministro Cristóbal Montoro, no ha comparecido. Al parecer, está demasiado ocupado ejerciendo de jefe de Recursos Humanos de su gabinete de fontaneros.Manejos en Hacienda

Cabe esperar que a los guionistas de la trama que ha obligado a Jones a meter sus lápices, su calculadora y sus tablas de Excel en la cartera antes de apagar la luz de su despacho les duelan las catástrofes naturales. Que chasqueen la lengua cuando ven en los informativos la hambruna africana o el ahorcamiento de galgos. Que enseñen a sus hijos a reciclar el plástico y a follar con condón para evitar infecciones venéreas. Que no roben, que no maten, que no insulten al árbitro cuando pita un penalti en contra, que no se masturben pensando en la sobrina del vecino. Pero también cabe esperar que olviden quién presta su cara a las monedas de un euro. Que recuerden que en su oficio, mirar para otro lado supera el pecado venial. Y que supriman la alfombra roja que ponen a los vuelos procedentes de Zurich. De lo contrario, les crecerá la nariz como a Pinocho. Todos lo sabremos. Y ni el más connivente de los jueces nos lo podrá ocultar.

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