Sin ganas de silbar

Alberto Fabra activó ayer el detonador que convirtió Canal 9 en lo que era en realidad, el puente sobre el río Kwai. Una estructura necesaria que saltó por los aires cuando el jefe del Consell comprendió que lo iban a utilizar los japoneses. Falta por saber quiénes cree Fabra que tienen los ojos rasgados. Seguramente los magistrados del TSJ secundados por una brigada de trabajadores uniformados en rojo. La megalomanía de Zaplana, las epifanías de Camps, la pérdida de la subjetividad, unos cimientos maltratados por el sobrepeso y la aluminosis de la corrupción hicieron el resto.

Como en la película de David Lean, los que tenían la sartén por el mando decidieron facilitar el paso del tren para aprovechar la oportunidad. Y ordenaron la construcción de una pasarela que vendían como vertebradora pero en la que, en realidad, solamente ellos expedían los salvoconductos. Las vías de RTVV solo parecían tener una dirección. El ente autonómico comenzó a nutrirse de sí mismo sin repartir más que migajas. Se olvidó el carácter ferroviario del puente. Servía de valla publicitaria, de habitación de invitados, de destierro de inútiles, de espejo deformante de la realidad. Los buscadores de oro se agolpaban junto a los ingenieros, que quedaron en minoría.

Adiós Canal 9

Últimas retransmisiones de RTVV.

El ejército del Emperador recibió múltiples ataques contra el puente. Tanta incompetencia era incapaz de disimularse. Las críticas llovían de todas partes, pero los dirigentes y sus voceros habían hecho acopio de paraguas a costa del contribuyente. Ni siquiera supieron leer las necesidades de los espectadores. El cinismo de Fabra y sus cuentas de la vieja fueron la última espoleta. Un día después de la deflagración que ha dejado un reguero de nóminas caducadas, no se echan en falta las retransmisiones de la F-1 ni las arengas mal disfrazadas de debates ni el ideario del PP ni las copias de otros canales. Los usuarios añoran la retransmisión de fiestas y deportes, las canciones de Monleón, los reportajes de proximidad, la información del tiempo y La alquería blanca. Incluso Tómbola. Se han quedado sin el tren de cercanías que desde el Consell quisieron convertir en un AVE de vía estrecha. Y ya no tienen ganas de silbar.

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Un pensamiento sobre “Sin ganas de silbar

  1. Con frecuencia los discursos políticos utilizan eso de «que el estado no es un saco sin fondo, y parece que no se dan cuenta»…Quiénes no se dan cuenta? Ahora llevo unos días oyendo, a menor y mayor distancia, otra también para enmarcar «es que tus compañeros…». ‘Mis’ compañeros?. Los de abajo gritan su rabia hacia arriba, los de encima buscan las culpas abajo, y la gravedad hará el resto. =(

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