Con ánimo de molestar

En la Feria del Libro de Alicante, perpetrada el pasado Sant Jordi, no caben ni las metáforas. Lamentablemente, en sus instalaciones apenas entran los números, crueles y fríos. Cuatro de sus casetas están dedicadas al libro viejo. Otras tres son institucionales, con lo que solo venden sus propias publicaciones. Una es de información y otra más responde al nombre de una gran superficie. Los dolores de espalda y los marcapáginas de artesanía ocupan sendas localidades. Y el 80% de la superficie de las dos restantes, las únicas encabezadas por librerías, está ocupado por los ejemplares que publica el presidente de los libreros de la provincia. Si alguien busca novedades editoriales, apenas dispone de caseta y cuarto. Un despropósito bendecido por las autoridades competentes. Con cargos al erario público. Y sin sentido.

Arde Platero
El homenaje al centenario de ‘Platero y yo’ es un ninot.

Esta semana firmaré ejemplares en ella. Con lo cual debo reconocerme cómplice de este crimen. Lo hago porque me ha invitado alguien a quien aprecio que pertenece a una institución que ha sabido arreglar poco a poco los muchos desmanes que se han cometido en su departamento de publicaciones. Lo hago porque es mi primera vez, con lo que me ilusiona encontrarme con algún lector que sepa encontrar el libro que firmo junto con otros dos coautores que nada tienen que ver con este texto. Por eso me tomo lo de esta gente como algo personal. Porque me han jodido mi estreno y también han conseguido apartar a las verdaderas librerías de la provincia de lo que debería ser una fiesta del verso blanco y el párrafo en negro. Además, malbaratan la literatura, deshabitúan a las nuevas generaciones de la emoción de acercarse a un estante libresco y, sobre todo, ahondan en la infinita sensación de que esta ciudad no tiene remedio.

Esto no es una feria del libro. Es la esquina en la que se corta la metadona con polvos de talco para yonquis que ya no tienen nada que ganar. El desagüe de las cloacas de la cultura, el Barrio Rojo de Amsterdam donde no puedes evitar la vergüenza al mirar los escaparates. Un mercadeo de letras de saldo, los incendios de Fahrenheit 451, el punto de encuentro de quienes usan los libros como ortopedia para mesas. La literatura no merece tanta mediocridad. No merece que salgan a la calle los ejemplares porque así lo marca el calendario laboral. Merece alguien que crea en ella, que no la calibre en función de gráficas y balances. Consell, Diputación y Universidad de Alicante, las tres entidades presentes, deberían obligar a reconducir la situación. Si no, la presunta feria acabará por vender listines telefónicos, prospectos medicinales y etiquetas de champú. Eso sí, con el sello de la editorial del jefe.

Un comentario en «Con ánimo de molestar»

  1. Como me gustaría estar ahí, aunque la gente no sepa lo que se disfruta a través de las páginas dr un libro. Solo abrirlo , olerlo y empezar a descubrirlo es ya algo maravilloso. . Aquí en Las Rozas de Madrid veo que se está acercando a los niños a la lectura, con actividades en las bibliotecas como , títeres, cuentos en español e inglés y estudios sobre pintores. Todo gratuito y desde los 6 años. Ojalá no decaiga. Disfruta con la firma!!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*