Duchamp, Warhol, Kalashnikov

Ha muerto Mijaíl Kalashnikov. El inventor del Kalashnikov. Que dicho así parece una perogrullada, pero no es fácil crear un icono en el Siglo de los Iconos (el XX) y que, además, lleve tu apellido. El urinario de Duchamp sí lo llevaba, pero no es ni la mitad de conocido que el AK-47. Y las sopas de Warhol eran de marca Campbell y no serían un icono si no fuera por Warhol. La diferencia radica en que este ingeniero nunca quiso pasar a la historia del arte, sino contribuir a la defensa de la Unión Soviética. La eterna paradoja de los militares, que te apuntan con una mirilla bien calibrada y pretenden que te creas que es un escudo antimisiles.

Kalashnikov siempre sostuvo que el querría haberse dedicado al diseño de maquinaria agrícola, pero que la invasión de Hitler le abrió las puertas de la industria armamentística. Ideó el fusil perfecto para la guerra, barato, duro, sencillo de manejar y eficaz. Y con él, dejó para la Historia la más sutil metáfora de la velocidad con la que se contagia la crueldad entre humanos. Desde la aparición del AK-47, todo aquel que por una razón u otra ha querido disparar contra un semejante ha probado el gatillo de un Kalashnikov. Es la democracia de la barbarie. El sello de la rebelión contra el poder, con razón o sin ella. Terroristas, narcotraficantes y más de cincuenta ejércitos lo usan. Rusia dejó de comprarlos por superávit de excedentes. Tan famoso ha llegado a ser, tan reconocible, que nadie puede hacer una película de tiros sin que sea protagonista. Hasta la bandera de Mozambique y el escudo de Timor Oriental reproducen su silueta.

Quizá parezca contradictorio pasar a la historia de un siglo con un currículo de millones de muertos. Quizá Kalashnikov no padeciera el mismo cargo de conciencia que Nobel con la dinamita o Einstein con los primeros pasos hacia la bomba atómica. Pero mucho antes de que Bin Laden no se dejara retratar sin él, el AK-47 era tan popular como el Guernica, el hongo nuclear o la puerta de Auschwitz. Es lo que somos. El urinario, la sopa y las armas están en nuestro código genético. Fisiología, nutrición y abrirnos paso a tiros. Que es lo primero que se nos ha ocurrido siempre cuando no hemos sabido por dónde avanzar.

Feliz Navidad.

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