El puente de los perros suicidas

A la entrada del Overtoun Bridge, un cartel alerta a los viandantes. “Puente peligroso. Mantenga atado a su perro”. Durante décadas, no se ha sabido dar respuesta al origen de este aviso. Pero estamos en Escocia, a tiro de piedra de Dumbarton, a poco más de cien kilómetros del Lago Ness. En la tierra en la que los bosques avanzan por las montañas para derrocar a tiranos que ven fantasmas. Hay quien advierte de la presencia sobrenatural en los caminos circundantes de una misteriosa Dama Blanca. Hay quien recuerda el asesinato del pequeño Eoghan Moy a manos de su padre, Kevin, quien pensó que era el Anticristo y que solo podría liberarse de Satán despeñando a su hijo desde las alturas, justo en uno de esos pocos días soleados que se registran en la zona. “Mantenga atado a su perro”. El cartel es tan escueto como estremecedor. En los últimos cincuenta años, otros tantos perros han saltado el pretil del puente encontrando la muerte. Algunos se salvaron milagrosamente, pero volvieron a intentarlo. De nada les sirvió el instinto de supervivencia. El puente de los perros suicidas reclama su sacrificio cada año. Y siempre, en días soleados. Como aquel en el que el Anticristo creyó matar al Satán de sus entrañas.

Overtoun Bridge

El Overtoun Bridge, en Escocia. / THE SUN

La imagen es inquietante. Collies, golden retriever y labradores –las únicas razas caninas afectadas- rompen a ladrar siempre en la misma zona del Overtoun Bridge. Y saltan. Sin más. Quince metros de caída libre sobre un lecho de rocas. Un ejército de parapsicólogos y mentalistas han tratado de resolver el enigma. Alguno de ellos, incluso, se ha quedado sin mascota. Ha tenido que ser un especialista en hábitat animal de la Royal Society for the Protection of Birds, David Sexton, quien encuentre la solución. Nada de apariciones, nada de maldiciones. Los visones americanos, especie invasora, tienen la culpa. Una glándula de su cuerpo emite un olor irresistible para los perros. En el Overtoun Bridge se concentra un considerable número de visones. Y el calor del sol reconcentra el olor. El éxtasis olfativo lleva a la muerte a los perros en los días luminosos. Como el orgasmo de una mantis macho. La vida, a cambio del placer. Eros, derrotado por Tánatos, una vez más.

Esta explicación no convence a todo el mundo. Los perros saltan siempre por el mismo lugar, siempre por el mismo puente. Nunca eligen otro. Esto es Escocia. Donde la niebla silba de noche. Donde los muertos hablan de sangre. Donde los seres antediluvianos sestean bajo el agua. Dicen que una misteriosa Dama Blanca pasea cerca del Overtoun Bridge. Hay quien aún escucha los gritos del pequeño Eoghan Moy, sacrificado por su padre. Pero a nadie se le ha ocurrido escudar el pretil con paneles protectores. Es el puente de los perros suicidas. Un buen reclamo turístico.

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