Nosotros, que nos creímos Europa

A Juanjo M.

Duele. Fuimos la generación que escuchó cómo caían los cascotes del Muro de Berlín. Creímos durante un instante que habíamos asistido a un acontecimiento tras el que la Historia pasaría a tener capítulos más blandos. Aquella noche de 1989 descubrimos que el hormigón armado trae un viento fresco cuando impacta contra el suelo. Por encima de políticas, economías y partes de guerra, aquella fue una noche de tránsitos sin papeles. Creímos durante un pequeño instante que alguna vez podríamos atravesar todo el continente como la ardilla de Hispania. La gente que se agolpaba en el lado oriental del Muro miraba con la expresión incrédula y atónita del peatón que teme ser atropellado al cruzar la calle. Y, al final, de eso se trataba. De cruzar la Bornholmerstrasse como quien divisa a un amigo al otro lado de la Gran Vía, de Oxford Street, de los Campos Elíseos. Cruzar la calle como señal de victoria y libertad. Durante un breve instante, Lisboa estaba pegada a Moscú. Puerta con puerta. Cruzábamos las fronteras sin esfuerzo, como una sombra.

Europa
Foto: CR

Luego llegaron más momentos históricos. El 11-S, principalmente. La llegada de un negro a la Casa Blanca. La muerte de Fidel. Pero no nos dimos cuenta de que la Historia había saltado el Atlántico porque creímos que la nuestra, la europea, la teníamos encauzada. La vida era lo que sucedía entre espera y espera en los aeropuertos, con las tarifas reducidas y maletas estrechas de sisa. Nuestra era Atenas, por fin. Nuestras, Estambul y Copenhague, Oporto y Roma, Varsovia y un pueblo de Sicilia con vistas al mar y racimos de uvas gordas y tintas de postre. Llevábamos en los bolsillos monedas finlandesas con las que podíamos pagar una cerveza en Dublín. París y Londres quedaban a un túnel de distancia. Los barcos sin nombre de Ulises podían surcar hasta el Rin, hasta el Danubio, hasta el Serpis, si uno le echaba imaginación. La tierra adentro se confundía con el mar.

Y entonces llegó Ítaca. El gobierno de quienes no entendieron nunca que Odiseo solo encontró recelos, desencanto y muertes cuando regresó al hogar. La vida era Circe, Escila y Caribdis, los lotófagos y Nausicaa. Partir hacia Troya solo era un inicio. La aventura quedaba en medio. Volver a casa era, indiscutiblemente, el final. Asistimos en un momento dado a otro momento histórico, el referéndum del Brexit. Aquella noche de 2016 descubrimos como cruje el hormigón armado cuando se despereza. Esta semana, sigue avanzando la negociación entre pactos imposibles, aduanas imposibles, argumentos imposibles que pretenden convertir cada país en un asedio, en una cámara acorazada, en un patio sin vecinos rodeados de caballos de madera. Y duele. Porque también somos la generación que mató Europa. Lisboa y Moscú vuelven a estar a 5.000 kilómetros de distancia.

2 comentarios en «Nosotros, que nos creímos Europa»

  1. Como siempre, bien escrito. No hay coma mal puesta o sin poner.
    Me gusta ( debo ser un poco masoquista) el dolor que transpira todo el texto. Quizá porque alguna responabilidad tendremos nuestra generación en no lograr ese mundo mejor y sin fronteras que soñábamos. Demos gracias que lo has escrito antes de ver la deriva intransigente que anuncian los resultados de las elecciones andaluzas…pero yo lo he leído hoy, amigo Rafa.

    • Gracias, Alfonso. Una de las cosas que siempre he querido ser es extranjero. Que todos los mapas sean mudos y sin fronteras. Y no hay manera.
      Es tu faro. Vuelve siempre.

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