«Si quieren limpieza, que no den medallas»

Una investigación ha demostrado una red de dopaje entre los deportistas rusos, al parecer, orquestada desde el mismo Gobierno. A los atletas no se les va a permitir competir en los próximos Juegos Olímpicos (JJOO) de Río de Janeiro. Todo un escándalo. Todo un atentado contra los principios olímpicos del juego limpio y de que lo importante es participar. Sin embargo, desde dentro, la cosa se ve de otra manera. El Faro del Impostor ha hablado con un atleta que prefiere no dar su nombre ni salir en las fotos. Para él, el dopaje es “una imposición social”. El público quiere espectáculo, los organizadores quieren espectáculo, las federaciones quieren espectáculo, las marcas de ropa deportiva quieren espectáculo. Y sin ayuda externa, no habría más que deporte. “La visión que se tiene del dopaje es muy hipócrita”, sostiene.

El primer problema que se plantea es la definición del propio doping. “El dopaje no es solo EPO”, dice. “También hay un dopaje de rendimiento. Y otros que te ayudan a entrenar mejor y recuperar más rápido. Los corticoides, por ejemplo, que te ayudan a acelerar los procesos de recuperación”. Y pone ejemplos de sustancias que no se ven como ayudas externas. Como “el hierro”. “Es algo que usa cualquier corredor de carreras populares, para evitar la anemia. Que probablemente es la consecuencia de estar mal entrenado, de comer mal y de no descansar lo suficiente. Porque muchos de ellos se levantan a las cinco para entrenar cada día para una media maratón y después ir a trabajar. Pero es una sustancia que solo se dispensa en los hospitales. En España, no lo venden en ninguna farmacia». «Aunque en Andorra, sí”, añade, irónico.Runner 1

Más casos que gozan de cierta permisividad. “Las infiltraciones de los futbolistas, por ejemplo. Ellos mismos las reconocen, pero jamás dicen qué producto se han pinchado. No parece doping porque no mejora el rendimiento del deportista, pero sí acelera los procesos para que una lesión te permita competir. Y eso también es ayuda externa. Ningún equipo iba a permitir que sus máximas estrellas cumplieran los plazos naturales de recuperación de una lesión”, asegura. “Si la recuperación instantánea se vendiera en frascos, todos la comprarían”, continúa, “algo que te permitiera estar fresco cada día, sin sueño, sin dolor, con hambre. El cuerpo necesita recuperar para poder seguir entrenando. Si durante una planificación para una gran competición descansas, no ganas”.

Y sin competitividad, no hay emoción. Ni dentro ni fuera de las pistas. “En el culturismo está más que reconocido. En el ajedrez se utiliza para optimizar la concentración durante una serie de partidas interminables. En Rusia han pillado hasta a los de curling, donde, probablemente, los lanzadores necesitan algo que les permita la mayor tranquilidad para ejecutar bien los lanzamientos”. “Si todo fuera libre, si todos hiciéramos lo mismo, no pasaría nada”. Sigue con su tesis. “Si no se dan las condiciones necesarias para un buen entrenamiento, como la existencia de centros de alto rendimiento (CAR), un buen equipo médico y ayudas económicas para los deportistas, ¿quién hace marcas?”, se pregunta. “No se pueden hacer 250 kilómetros a la semana durante seis meses seguidos con una dieta de plátanos e higos secos, eso es mentira”.

“¿Qué entrenamiento puede hacer un ciclista para recorrer 200 kilómetros diarios subiendo y bajando montañas?”. Está sucediendo ahora mismo, en la prueba más exigente del circuito de la bicicleta. “Probablemente, los médicos del líder del Tour de Francia han encontrado el ciclo perfecto, con los horarios exactos para cada pastilla para dar el rendimiento máximo”. Porque ese es el secreto. “Las federaciones de todos los deportes tienen ciertos intereses, de todo tipo. Y saben perfectamente quiénes van a competir. No es que permitan el dopaje, pero lo consienten. Porque lo saben. Es una cuestión de organizarse bien. Los médicos son los que están pendientes de todo y controlan los tiempos. Saben perfectamente cuándo debe acabar un ciclo para que no te cacen en plena competición. Saben enmascarar las sustancias. Pero a veces se equivocan o el cuerpo del deportista no reacciona como ellos esperaban. Y te detectan. Es un simple error de cálculo”. El estallido de un caso puede consistir en un mero efecto mariposa. “Al que pillan es porque se ha pasado con las sustancias, se ha convertido en demasiado evidente. O simplemente, porque alguien va a por ti. Por ejemplo, un atleta nacionalizado en otro país para competir en mejores condiciones. Si su país de origen quiere cazarlo para que no pueda competir con el nuevo, al final lo pillarán”. Y luego, “la gente se escandaliza por el bombo que se le da, por la repercusión en medios de comunicación y redes sociales. Pero basta meterse en las listas publicadas por la IAAF [la Federación Internacional de Atletismo], que están en internet, para ver que no conoces a ninguno de los deportistas cazados”.

Incluso el mando de las operaciones antidopaje está en manos de los propios organizadores. “Los controles los hacen los propios gobiernos. Y quien hace la ley hace la trampa”. También se trata de un asunto económico, en muchas ocasiones. “Hay controles de muchos niveles distintos. Los de altísimo nivel son muy caros. Estamos hablando de unos 5.000€. Por eso, generalmente se hacen los más baratos, que son los de orina. Que solo detectan el dopaje de rendimiento mínimo, las sustancias que dejan residuos en el cuerpo. Por ejemplo, para detectar la EPO, no solo hay que hacer un análisis de sangre, además debe hacerse específicamente para encontrarla. Y eso es carísimo”.

“En competiciones privadas como la NBA o el circuito de Fórmula 1, entienden que están ofreciendo un espectáculo. Que los baloncestistas deben jugar un mínimo de 80 partidos por temporada o que los pilotos deben conducir a 300 kilómetros por hora. Y saben que para que haya espectáculo, tiene que haber algo más, detrás. Y no pasa nada. El problema está en los JJOO, donde se pretende que todos los deportistas vayamos de jamón de york. Y eso es imposible. Dudo que a las olimpiadas vaya alguien completamente limpio”, asevera. “El gran problema de las competiciones grandes, como los juegos, es que se sale a ganar, no a participar, por mucho que hagan bandera del deporte limpio. Si quieren limpieza, que no den medallas. Si hay premios e intereses por medio, todo vale. Quieren records del mundo, quieren espectáculo, quieren audiencias millonarias, quieren beneficios. No quieren una maratón en la que todos los participantes lleguen al mismo tiempo y cogidos de la mano”.

No hace falta subir muchos peldaños de exigencia para encontrar excesos de competitividad. “Las carreras populares están llenas de atletas dopados, pero ni ellos son conscientes de lo que hacen”, señala. “Usan efedrina, que no vale para nada por sí sola. O corticoides para aislar el dolor. Y corren un riesgo para la salud importante, no por mejorar su estado físico ni para descansar, sino para poder competir”. “Hay corredores populares que me pagan cada mes por entrenarles. Y lo que quieren es rendir. Ir mejorando sus marcas. Ganarle al cuñado o al tipo de la camiseta verde que les pinta la cara en cada competición. Nadie te paga por mejorar su salud. Quieren ganar. De lo contrario, eres un moñas”.Runner 2

A su juicio, el principal problema del dopaje es de salud. “Entre los fisioterapeutas y médicos deportivos y los entrenadores siempre se genera la misma discusión. Los primeros saben que están poniendo en peligro la salud del deportista, pero los segundos les dicen: ‘Ya. Pero este tipo mañana tiene que competir’. Y acaban ayudándole”. “El deporte de elite es una profesión de vida corta. Y durante apenas unos años tienes que sacar el máximo rendimiento a tu cuerpo. Y haces lo que sea para conseguirlo, porque eso te reporta un medio de vida que se acaba pronto. Si no te pillan, eres un tío de puta madre. Si te pillan, te hundirán”.

“¿Quién saca la EPO de un hospital?”, inquiere. “Nadie. O se desvía desde el principio de la cadena, ya en las propias farmacéuticas que la fabrican, o no se entiende. Y nunca se pilla a quien la distribuye, sino al último eslabón, que es el atleta”, denuncia. “Pero en los CAR ni preguntas, lo único que saben todos los deportistas es que llegan unos juegos olímpicos y hay que estar a tope. Te llevan desde pequeño, no te dejan ni pensar. Te convencen de que es la vida que has elegido y que no hay alternativa. Y si te dicen que tienes que hacer diez miles diarios con solo treinta segundos de recuperación entre cada uno, lo haces, aunque tampoco sea sano. Con los entrenamientos que se realizan, a nadie le quedaría energía suficiente para vivir”.

La superación de límites inimaginables no parará, vaticina. “Uno de los retos más buscados del atletismo es el de bajar de dos horas en la maratón. Los estudios que se han realizado han demostrado que eso es fisiológicamente imposible. Pero lo lograrán. Y los tipos que lo harán están ahora seguramente metidos en cámaras y tratados específicamente para ello. Los están convirtiendo en máquinas. En unos años, bajarán de dos horas. Aunque ya no serán humanos”, sentencia.

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