Han sido como pequeñas zancadillas de realidad. La foto de un muerto, un cabo en llamas, el primer chiste con el que Forges desveló su irremediable brecha generacional. La debacle bajo los aros, la Diada de Cataluña y ese día en que los banqueros y grandes empresarios cruzaron el desfiladero de la Muerte o se asomaron a ella en fila india como en un nuevo capítulo de V de Vendetta. Septiembre volvía con fuerza para desmentir a quienes piensan que es un mes melancólico que se pone hasta los ojos de benzodiazepinas. Los medios de comunicación renacían de las llamas del ferragosto como un despertador metido en un cajón. El planeta volvía a girar, los pajaritos cantaban, las nubes seguían dormidas y sin embargo, en el Faro nos atareábamos en la pequeña burocracia de preparar las vacaciones.
Las vacaciones son nuestra pequeña ficción, el carnaval donde nos quitamos las máscaras, el mundo paralelo en el que quisiéramos derretir los relojes como Salvador Dalí. Son ese momento en que nos alejamos de nuestra propia torre de control y sentimos el vértigo de enfrentarnos al camino. Lejos de los automatismos que, en cambio, hay quien prefiere prorrogar trasladando su vida a un apartamento cerca de la playa. Las vacaciones son la sublimación de nuestra personalidad, el mejor reflejo de nosotros mismos, porque no podemos responsabilizar a nadie de lo que hacemos con nuestro aburrimiento. Son ese atisbo de libertad con marca en el calendario en el que fijamos nuestros propios límites en una tumbona bajo el sol, en un trasiego de aeropuertos o en pleno salto en parapente. Son la novela breve que sirve de epílogo a la funcionarial agenda de cada año.
El Faro cierra por vacaciones. Vamos a poner patas arriba el otoño, viajamos hacia los Idus de Marzo, hacia un cielo con otra decoración, a escuchar la misma emisora en una frecuencia distinta. A limpiar la mirada con grandes montañas y océanos lejanísimos. Nos vemos en octubre, el mes de las chaquetas de entretiempo y las películas de Eisenstein. Volveremos a fijar la vista en la costa, atentos a los naufragios. Hasta entonces.
Felices vacaciones, farero.
Espero verte en cuanto vuelva para contártelas, destrabalenguas.