Lo mejor que se puede decir de la última película de Pixar, Del revés (Inside Out), es que es de Pixar. Su virtuosismo técnico es extraordinario, domina la profundidad de campo para desarrollar las escenas en varios planos a la vez, rompe los tabúes de las películas infantiles y se arriesga a introducir como protagonista a un personaje de connotaciones, en principio, negativas. Todos los argumentos que convirtieron a los estudios impulsados por Steve Jobs y John Lasseter en el centro neurálgico de la animación y en uno de los mayores hallazgos del cine en general de los últimos años. Cada película que entregaban, desde su irrupción en los largometrajes con Toy Story (1995), era como un disparo de Magnum 44 en el pedestal de Disney. Las taquillas alimentaban la producción; las críticas alimentaban el mito. Pixar alternaba cintas buenas y excelentes con verdaderas obras maestras. Pero el ogro se cansó de languidecer y contraatacó con dólares. En 2006, Disney compró Pixar. El largo proceso de trabajo de cada película no pudo corromper entregas posteriores a esa fecha. Ratatouille, Wall-E y Up trazaron una ruta de monumentos que culminó con Toy Story 3, la única secuela cinematográfica equiparable a El Padrino II. Pero Cars 2 ya se resintió de la operación comercial. Brave era una película con los diez mandamientos de Disney implantados en cada giro de guion. Y Monsters University aún anda buscando su sentido. Con estos antecedentes, ver Del revés era como abrir la caja de Schrödinger. Afortunadamente, el gato está vivo.
Lo peor que se puede decir de la última película de Pixar es que no es una película. Del revés explica el tránsito de la infancia a la adolescencia en hora y media. La secuencia final de Toy Story 3 contaba lo mismo en cinco minutos. En cine, como en literatura, el matiz entre explicar y contar es un abismo. Mostrar los sentimientos del joven Andy, que regala sus juguetes antes de ocupar un cuarto en la universidad, es cine. Sobre todo, cuando la historia se apoya en las imágenes, cuando cada fotograma lleva una carga emocional de gran tonelaje, cuando el universo entero se concentra en un personaje de ficción al que entienden todos los espectadores. En Del revés se destacan los términos psicológicos, se subrayan con colores fosforescentes como en un libro de texto. Se explica lo que se ve, como en las cartelas del mudo. Entre un arranque fulminante y un desenlace que hace trizas los corazones de los apóstoles del karma, se intercala un segundo acto fallido, aunque repleto de buenas intenciones. Naturalmente, hay grandes momentos, como la salida del vertedero, el rodaje de los sueños, las islas de la personalidad o los diálogos de los policías del subconsciente. Son trazos que atestiguan que el pixar es auténtico. Pero el resultado final no es una película de ficción ni un documental. Es un tratado de divulgación científica, un manual ilustrado de psicología. Es Redes sin el acento de Punset. Es Érase una vez el cuerpo humano 25 años después. Es un especial de navidad de National Geographic. Productos memorables, impecables. Pero que tampoco son películas.
He de decir que mientras veía la película miraba a mi sobrina de cinco años para entender si lo que yo veía era inteligible, entendible…; la peli me gustó pero creo que «no repetiría». Gracias por ese resumen tan acertado, Tratado de divulgación científica, Érase una vez la vida…, me he echado unas buenas carcajadas (un placer como siempre leerlo)
Y qué decía tu sobrina? Porque en mi sesión, los niños apenas reaccionaron como es habitual en una película de animación. Yo creo que no les llegaba. Como siempre, gracias por tus visitas al Faro, Bea.