Exploraciones

La NASA nos lleva a Plutón como ese primer amigo de nuestra infancia nos permitió el acceso a una tienda de campaña fabricada con una sábana y una regla de madera que instaló en su habitación como si estuviera en el Polo Norte. Somos amundsens de corral y lecturas junto a la ventana, espectadores de un guiñol infantil que ven un dragón en cada sombra. Plutón y su luna Caronte son la hormiga que vemos desde el balcón la primera vez que corregimos con gafas nuestra miopía: un milagro cercano y vivo, el último recodo de nuestros límites. Y nos demuestran que siempre podemos ir más allá aunque jamás nos hayamos movido de nuestro cuarto.

Plutón

Vista de Plutón recogida por la sonda New Horizons. A su lado, la luna Caronte. / NASA

Nueve años ha tardado la sonda New Horizons en saber en qué cajón guarda nuestra madre el mapa del resto del universo. De momento sabemos que Plutón tiene un tatuaje en forma de corazón y montañas de hielo sin sabor a vainilla. Necesitaríamos además saber si corre la brisa del Big Bang, si se escuchan llamadas de emergencia a mitad de la noche, en qué hemisferio se perciben las mejores vistas de Orión y cuál es el punto estratégico para hacer escala antes de que inventemos el hiperespacio. Con lo que tenemos, apenas podemos esparcir sobre su superficie las cenizas del astrónomo que lo descubrió y adivinar sus texturas como si fuéramos extremeños del siglo XVI. Plutón es nuestro último Mar de los Sargazos, la nueva guarida del Leviatán, el punto desde el que Cyrano de Bergerac puede batir su marca de salto de altura y un flamante plató en el que Hollywood podrá rodar una película de asentamientos peligrosos e invasiones alienígenas en cuanto se le acaben las sagas de Marvel.

No se acaban los territorios vírgenes. Por muy lejos que estén, seguimos hollando superficies sin bandera. Ahora que hemos cubierto con éxito el trayecto entre la Tierra y el confín de nuestra galaxia, las posibilidades siguen siendo infinitas. Aún no sabemos qué hay a la salida del túnel del Chapo Guzmán ni al otro lado del plasma de Mariano Rajoy. Desconocemos a qué dedica su ocio el ministro alemán de Finanzas, Wolfgang Schäuble, en qué parte del evangelio según Satán citan el cráneo incorrupto de Murnau, cuál es el motivo por el que los herederos de escritores tardan tanto tiempo en repasar sus legajos de manuscritos y por qué existe un recodo exacto de nuestro pasillo en el que rebrota cada semana una pelusa. Plutón y Caronte únicamente flotan en la frontera de nuestro universo más cercano. Y desde esta semana ya han generado más respuestas que algunos enigmas de nuestro entorno.

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