Una historia sobre Teresa de Jesús en plena conmemoración del quinto centenario de su nacimiento. Un toque de polémica al centrar el relato en la relación amorosa entre la santa de Ávila y el fraile Jerónimo Gracián y el enfrentamiento de ambos contra el poder y la degradación de la Iglesia española en el siglo XVI. Romance, poder, desdichas, personaje célebre y entorno histórico, todos los ingredientes necesarios para llegar al mayor número de estanterías. Y una estructura literaria “compleja, pero de fácil lectura” y “muy lejos del estilo sonajero que hoy predomina entre los escritores”, según el jurado. Este fue el tesoro que encontró la editorial Planeta entre los manuscritos presentados al Premio Azorín de Novela, que concede junto a la Diputación de Alicante. Y, al abrir la plica, se descubrió que el autor era Fernando Delgado (Santa Cruz de Tenerife, 1947), veterano y conocido escritor y periodista que ya obtuvo el premio gordo, el Planeta, hace justo veinte años. Probablemente, son estos golpes de fortuna los que han llevado a la firma catalana a encabezar el mercado literario en español. Una vez macerado en la imprenta, el manuscrito se convertirá en la novela Sus ojos en mí.
Ya en rueda de prensa, Delgado se apresta a eliminar suspicacias. “No es una novela de encargo, primero, porque no sé hacerlas así. Y segundo, porque no es una improvisación”, sino un relato elaborado tras treinta años de investigación. Eso sí, el autor también difumina cualquier rastro de casualidad. “A lo mejor tenía parada la novela y la llegada del quinto centenario me animó a enviarla al premio. A lo mejor pensé que podía ser un buen gancho para el jurado”, dice. Posteriormente, certifica su trabajo para El Faro. “No se puede escribir rápido, aunque hay gente que sí lo hace. Esta novela me ha costado mucho, sobre todo a la hora de reescribir. Uno ha escrito el texto y se cree que todo ha quedado resuelto. Y un mes después, ves que te has equivocado totalmente. Y toca hacer y rehacer y rehacer y rehacer”. Incluso antes de las galeradas, avisa de que puede haber retoques. “He corregido algunas cosas después de presentarla, veremos si me permiten introducirlas antes de que se imprima”.
Tres décadas atrás, Delgado quiso fijar su mirada de escritor sobre San Juan de la Cruz, “deslumbrado por su poesía”. Sin embargo, un amigo le advirtió de que el autor de Noche oscura no tenía la fuerza en su faceta personal que sí posee Santa Teresa, a quien “le ha perjudicado ser santa”, ya que esta faceta “oculta la enorme escritora que es, la mejor prosista española de todos los tiempos”, en su opinión. Finalmente, el hispanista Gerald Brennan “me puso el foco sobre Jerónimo Gracián”, a quien Delgado define como un fraile “refinado, intelectual, con cierta tendencia a enrolarse con los jesuitas” pero que finalmente “aparece en el Carmelo con la ambición de llegar muy arriba, ya que todos los miembros de su jerarquía eran inferiores a él”. Santa Teresa se ve atraída por este joven culto al que dobla la edad. “Los une un objetivo común, renovar el Carmelo y poner orden en su degeneración”. Pero inmediatamente, comienza una relación “platónica pero muy sensual”. “Ella se veía huérfana y admira el talento de Gracián. Y desarrolla un amor apasionado. Lo controla, lo añora, necesita su auxilio, su apoyo”. Él muestra una profunda “admiración por Teresa”. “Como escritora, por sus ideas para la reforma”. Pero “aunque la admirara y respetara, dudo de que se enamorara de ella”. Entre otras cosas porque “es más fácil que una mujer mayor se enamore de un joven que al revés”.
Esta relación alimenta el rencor de la Iglesia de la época hacia la monja carmelita. “Lo que la Inquisición ve en Teresa es simplemente que es una mujer en un mundo de hombres”. Les irritaba que “se entendiera con albañiles igual que con obispos y que lo contara todo de manera tan extraordinaria”. Y ahí comienzan los problemas para Gracián. “Lo toman por heterodoxo por el simple hecho de seguir a una mujer” y en plena “lucha de poder entre carmelitas, lo ven como un personaje deslumbrante y peligroso”. Además, Teresa “es muy práctica, sabe relacionarse con el poder”. Y los hermanos de Jerónimo “son secretarios de Felipe II”. Ambos están demasiado cerca de un núcleo que quieren alcanzar otros, algo que “condiciona su amor y suscita odios”. La alianza con Teresa se convertirá en un destino terrible para el fraile tras la muerte de la santa. “Para él es una maldición, esa amistad le lleva a la destrucción” avanza Delgado. Contar más sería arruinar el final de la novela.
Este baile de cuchillos en la trastienda de la Iglesia podría tener su equivalencia en la actualidad. “No sé si es comparable, cada tiempo tiene su mirada y su dios”, avisa el flamante Premio Azorín. No obstante, sí ve en el Vaticano previo al Papa Francisco “muchas de las perversiones de la Iglesia del siglo XVI”, que era “un puterío, un entra y sale de golfas y frailes borrachos”, una barahúnda de vicios “contra los que lucharon Teresa y Jerónimo”. Aunque Delgado ha advertido cierto cambio. “Francisco escucha a todo el mundo y sabe ponerse en el lugar de otro, desde luego no es la Iglesia de Rouco Varela, que era provocadora y trataba de imponerse con broncas”.