Una cuestión de intensidad

Ver las imágenes de los fundamentalistas del Estado Islámico destrozando restos arqueológicos asirios y quemando libros es como escuchar al ministro José Ignacio Wert pensando en voz alta. Es cierto que el principal responsable de la Cultura, la Educación y el Deporte en España no derriba los vestigios de culturas pasadas, pero, como el caballo de Atila, allí por donde pasa no vuelve a crecer el futuro. Tampoco es un integrista del Islam, pero sí ha amparado la llegada del currículo de la asignatura de Religión al Boletín Oficial del Estado (BOE) de este país constitucionalmente aconfesional. Y finalmente, es de suponer que le sentará fatal la chilaba. Aunque este último punto está sin confirmar. Como todavía está sin confirmar que el Estado Islámico vaya a aplicar el 21% al IVA de la cultura iraquí. Y perdón por frivolizar.

Wert y Mosul

No destruyen el pasado pero impiden que crezca el futuro.

Probablemente salga algún representante del Gobierno, por ejemplo el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, a condenar enérgicamente la tropelía cometida en el museo de Mosul y en el actual emplazamiento de la legendaria Nínive. En el caso de que se produzca este tipo de declaraciones, se apelará a la Unesco, a la defensa de los valores occidentales y a la inocencia de los auténticos musulmanes, que no tienen nada que ver con estos bárbaros. Un discurso tan veraz y loable como aséptico. No faltará tampoco la alusión a los nazis, ya que Hitler también se ocupó de catalogar las obras de arte en aptas y no aptas y se frotó las manos más de una vez en el calor de una fulgurante pira de libros prohibidos. Y como él, la mayoría de gobiernos que en el mundo han sido y serán. Incluidos los españoles. Incluido el actual.

Al final, tan solo se trata de una cuestión de graduación del delito. En una escala como la de los terremotos de Richter, Mosul registraría un seísmo del 8,8. Y lo que está haciendo el PP con la cultura española no bajaría del 5,4, como el de Ossa de Montiel: poca intensidad para causar destrozos materiales, pero suficiente como para meter el miedo en el cuerpo toda una vida. Suprimen apoyos públicos, no favorecen los privados con la eternamente postergada Ley de Mecenazgo, gravan la asistencia de público, coartan la libertad de expresión cuando algo no les gusta, amenazan a los artistas desde el despacho de Montoro, trapichean con el suelo de las infraestructuras culturales, recortan la inversión hasta en fuentes de negocio como El Prado, por ejemplo. Por no hablar de la Educación. No, por favor. Que no salga el ministro Wert a condenar la barbarie de Mosul. Ya nos ha quedado claro que es un ferviente defensor de las culturas. De las ajenas.

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