No son solo los videoclubs. En opinión de José Luis Carrera, presidente de la Asociación Española de Videoclubs (Aevideo), lo que se va a pique es la industria del cine en España. Entera. Por la piratería, claro. También por los nuevos usos y soportes tecnológicos. Y por último, por la negligencia de los gobiernos. A su juicio, nadie es capaz de frenar la disolución de una industria que nunca tuvo industria. Y a la que apuntillan algunas partes interesadas en tomar el control de los nuevos espectadores.
“El panorama es desolador”, lamenta Carrera. “Los sucesivos gobiernos han mostrado niveles de incompetencia insuperables, ningún Ministerio de Cultura ha ayudado en lo más mínimo al sector cinematográfico. Nos han dejado en mitad del mar, sin velas ni nada que pueda salvarnos. Así, se han destruido miles y miles de puestos de trabajo. Y la industria cinematográfica ha quedado destrozada. Si no fuera por las televisiones, no habría nada. Incluso el año pasado, en el que el cine sacó pecho por los resultados, la mitad de la facturación vino de dos películas. Falta industria, no hay apenas profesionalización”. El cine español recibe ataques por todos los frentes posibles. “Justo lo contrario de lo que pasa en Francia. El Estado francés recibe ingresos de la exportación de películas. La apoyan porque la consideran una industria estratégica y nadie se plantea si ruedan muchas películas sobre la Segunda Guerra Mundial o si los cineastas son o no son de izquierdas”. Y, sin embargo, las posibilidades de negocio son inmensas, según Carrera, gracias al castellano. “En España estamos haciendo el idiota. Y eso que tenemos uno de los mayores mercados mundiales, el Latinoamericano, dispuesto a recibirnos con los brazos abiertos”. No se libran ni las majors de Hollywood. “Hasta las productoras americanas son débiles. En España, prácticamente no tienen plantilla. Firmas como Warner, antes contaban con 300 personas. Ahora apenas quedan dos o tres personas y el negocio se lleva desde otros países europeos. Solo queda plenamente operativa Paramount”.
Ese apoyo gubernamental del país galo se convierte en todo lo contrario en España. “Como sector, nosotros hemos mantenido reuniones periódicas con todos los gobiernos, desde 2008-09, cuando la ministra de Cultura era Ángeles González-Sinde. Y en todos los casos hemos detectado un gran desconocimiento de lo que estaba pasando en el sector”. Incluso la propia Sinde, profesional del cine, “cometió errores garrafales, como cuando dijo que faltaba oferta en el mercado online. Pero es que en ese Gobierno, que dirigía José Luis Rodríguez Zapatero, se permitía que el Ministerio de Industria destejiera por la noche todo lo que Cultura iba tejiendo para proteger al cine”, asegura Carrera. Es más, el presidente de Aevideo asegura que tuvo “contactos con personas próximas a Zapatero cuando estaba en el Gobierno” que le confirmaron “que en todas las reuniones sobre este asunto había directivos de empresas tecnológicas y operadoras de telefonía dando golpes sobre la mesa para que no se hiciera nada”.
Porque la piratería es el gran enemigo. Y el último Gobierno socialista no ha sido el único en alimentar a la bestia, según Carrera. “No ha habido ningún gobierno que quiera aplicar las leyes de la Propiedad Intelectual”, asevera el presidente de Aevideo. “Existe una Sala Segunda dedicada a la Propiedad Intelectual en el Ministerio de Cultura. Con la nueva ley, promulgada este año, se informó de que dotarían con más medios a esta sala. Al final, ese refuerzo fue de solo una persona más. Cualquier denuncia planteada tarda entre siete y ocho meses en recibir la primera contestación y siempre es para pedir alguna aclaración”. “Los cierres de webs piratas llegan con dos o tres años de retraso”, sigue Carrera. “Los últimos que se produjeron, a principios de año, se debieron a resoluciones judiciales que llevaban años en los tribunales. Los gobiernos no hacen nada, no les importa. Y el último ejecutivo, el actual, llegó con ganas de hacer daño al sector cultural. La subida del IVA al 21% solo responde a estas ganas de hacer daño, no es una decisión tributaria porque han recaudado menos. No tiene sentido. Nos hemos cargado todo el sector cultural, no hay ningún respeto por la cultura”. “No hemos sabido dar valor a las cosas y contra el gratis total, un euro es muy caro”, zanja.
Carrera tampoco percibe un futuro muy alentador. “No se ve a nadie con la idea clara de arreglarlo. Quizá los más próximos son el PSOE y los partidos nacionalistas, como el PNV o CiU. El PP solo quiere ocupar el cargo por el mero hecho de ocuparlo. Y en Podemos hablan del respeto a la propiedad intelectual pero siempre desde el derecho a la libertad de internet. En principio, a todos los políticos les da miedo hablar de internet, hay cierto papanatismo tecnológico. Tienen miedo de legislar contra la piratería. Y tengo la certeza de que las grandes empresas, como Telefónica o Google, fuerzan la menor intervención posible”. Ni los medios de comunicación se libran. “Los medios mantienen cierta ambigüedad sobre la piratería. Organizan debates con personas de opiniones enfrentadas. Y sin embargo, en un debate nunca llevarías a un asesino para que defendiera la libertad de asesinar”.
Para centrar la vista en los efectos de la descarga ilegal de contenidos, Carrera relata el recorrido de una película desde su estreno en la gran pantalla hasta la llegada a los hogares. “La exhibición cinematográfica sigue un sistema de ventanas”, explica Carrera. “Las películas llegan a los cines, cuatro meses después ya se pueden alquilar y un mes después, llega la venta. Sin embargo, la piratería permite que las películas estén en internet el mismo día del estreno en el cine. Si los videoclubs queremos cumplir la ley, tenemos que esperar para competir. Y eso imposible”. Algo más fácil lo tienen las distribuidoras. “En las películas que han tenido gran impacto, como Ocho apellidos vascos o la saga de Torrente, las distribuidoras han estado muy pendientes de evitar la piratería”, continúa. “Han ejercido un férreo control en las salas para evitar filtraciones e incluso han contratado a empresas privadas para controlar las páginas de pirateo. Pese a todo, con Ocho apellidos vascos, hubo una semana que cayó en picado la recaudación. Fue porque apareció la película en internet. Y en pocos días, se registraron miles de visionados”. Aunque probablemente, esta lucha acabará pronto, ironiza. “Quizá la piratería se acabe este año, porque César Alierta [presidente de Telefónica] ya va diciendo que debe acabar. Eso quiere decir que el negocio de la distribución ya será suyo”.
La exhibición en salas de cine también irá diluyéndose, según vaticina Carrera. “El cine se encamina a un aumento de ventas online. Aumentará este mercado y se reforzará con la aparición de las televisiones inteligentes. Pero para eso, tendrán que habilitar autopistas de gigas de información para que cualquier película pueda llegar a cinco millones de personas en el mismo momento. Y eso tardará. La crisis económica, además, ha retrasado los planes destinados a ello”. “La situación es catastrófica”, repite.