Carolina Punset demostró durante el pleno de investidura de Ximo Puig como presidente de la Generalitat valenciana, que mide sus palabras. Las pesa, las tasa, las evalúa y las pone o retira de circulación, en función de su utilidad. Es decir, jamás usará la palabra almocatí. Primero, porque ya solo puede encontrarse en el María Moliner, que no es el diccionario oficial de la lengua española. Y segundo, porque está en desuso. Es antigua. Apenas un sustantivo que designa la médula ósea y los sesos y que únicamente aparece en tratados de cirugía que ya pasaron de moda hace unos siglos. Es lo que se desprende del argumento que esgrimió para arrinconar el valenciano en un cajón de la memoria. “Es entrañable pero poco útil para encontrar empleo”, dijo. Punset quiere poner precio a las palabras en función de su uso. Es decir, quiere abrir un locutorio. Y después, propondrá a los diez millones de usuarios del sueco, los once millones del búlgaro y los catorce millones del húngaro que empleen únicamente el inglés. Y los ciudadanos de las repúblicas bálticas, el ruso, como sugiere Putin. Eso, por no salir de la UE.
El discurso de Punset tiene implicaciones políticas, por supuesto. Pero lo más preocupante es que se alía con la tendencia al utilitarismo que se extiende por los centros educativos como un hálito de aguas empantanadas. Hace poco, un amigo se quejaba de que en el colegio de Primaria de su hija se enorgullecían de enfocar todas las asignaturas hacia el emprendimiento. No es mala idea. La vocación hay que erradicarla desde la fase larvaria, que luego salen los niños con afinidades culturales, con instinto periodista, sin conocimientos de informática o, lo que es peor, con afán científico e investigador. Perdedores natos. Nada de eso. Administración de Empresas como asignatura obligatoria en la guardería, poco después de aprender a no comer arena ni rayar las paredes con lápices de colores. Nociones de Derecho o Medicina en sustitución de las clases de Música y Educación Física. Y todo ello en inglés. Para empezar.
Carolina Punset tiene toda la pinta de ser una de esas personas que no entiende el uso de chalecos, porque no abrigan ni nada. Seguro que nunca se ha tirado un domingo en el sofá a ver películas malas o a leer novela negra. Solo pasea porque le han dicho que es bueno para la circulación, nunca para ver un atardecer. Y no condimenta la paella con ñora porque sospecha que no le da sabor. Tengo que presentarle a mi sobrina Irene. Que va a estudiar Filología Clásica. Y me da que con Aristóteles y Cicerón solo se puede ir a la ruina.
Además de amigo y vecino, Rafa Burgos eres un fantástico profesional, me encanta lo que haces y te deseo toda la suerte del mundo.
Un abrazo
Gracias, Jose. Uno de los nuestros, descendiente de torreros de verdad y la persona que me abrió el acceso a internet. Este es tu faro, vuelve cuando quieras.
Genial!!!
Gracias, Rebeca. Todo un placer verte por aquí. Las visitas de los colegas alimentan las calderas del Faro. Un abrazo.