El mar agoniza entre plásticos

La costa que se ve desde el acantilado. La panorámica desde el apartamento en primera línea de playa. El fondo que se aprecia al bucear. Casi cada centímetro del mar es un vertedero. Un himalaya de residuos. Una postal plastificada. Un amasijo de restos prácticamente indestructibles que también entra en el menú diario. El plancton come plástico, los peces comen plancton, nosotros comemos peces. “Se vierten 675.000 kilos de basura cada hora al mar, de los que el 70% es plástico”, denuncia Sara Acuña (Sevilla, 1989), una de las responsables del área estatal de Medio Marino de Ecologistas en Acción. “No se trata solo de un problema del entorno natural, la mitad de los mamíferos marinos y el 70% de las aves lo llevan en el estómago. La contaminación nos afecta directamente”, continúa Acuña.Ecologistas 1

Lograr frenar este despropósito es el objetivo de la campaña Azul oscuro, casi plástico, que lleva a cabo la ONG a bordo del velero Diosa Maat, un barco inglés que fue decomisado en 2005 por transportar un cargamento de droga y que desde hace una década ejerce de aula medioambiental de Ecologistas en Acción. Mediante juegos, talleres y charlas, la tripulación liderada por Acuña trata de incidir en la necesidad de detener el consumo masivo de plásticos y en la obviedad de evitar su vertido al medio marino. Tras su paso por Santa Pola, este fin de semana recalarán en El Campello, desde donde zarparán hacia Valencia la semana que viene.

El principal problema al que se enfrenta cualquier iniciativa contra la conversión del mar en un basurero es la invisibilidad. “En tierra sí nos preocupamos de enterrarlo para que no se vea, pero en el mar, ni lo vemos”, sostiene Acuña. Los plásticos son un iceberg. “La basura flotante es tan solo un 15% del plástico que se acumula en los océanos”, cuantifica la activista ecológica, “y otro tanto se encuentra en las zonas costeras”. “Pero el 70% restante descansa en los fondos marinos», sigue, “donde no se ve y donde apenas se degrada ya que no le llega ni la luz ni el oxígeno”, los dos elementos que se alían para desintegrar el plástico en porciones microscópicas. “Ni siquiera se puede estimar el tiempo que tardará en desaparecer”, subraya.

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Sara Acuña, coordinadora de la campaña ‘Azul oscuro, casi plástico’.

Las corrientes marinas, además, ayudan a su distribución por las tres cuartas partes de la superficie del planeta. “No podemos saber cuánto plástico yace acumulado en las fosas abisales, de donde de todas formas no habría dinero ni recursos técnicos para extraerlo”. En el Mediterráneo, el fenómeno se recrudece, ya que “la hidrodinámica permite que entre el agua del Atlántico, pero no que salga. Con lo que todo se concentra, queda atrapado en su interior”. Desde dentro tampoco ayudamos, sino todo lo contrario. Durante la travesía del Diosa Maat, “en Cádiz, junto a la muralla, cerca de la Alameda Apodaca, hemos llegado a encontrar motos, lavadoras, planchas del pelo, muchísimas cámaras de foto, somieres… En otras partes hemos encontrado botellas de Mirinda, que a saber cuánto tiempo llevarían ahí. Hemos visto hasta farolas de alumbrado público”, asevera Acuña. Ximo Uñac, coordinador de la Colla Ecologista d’Alacant -Ecologistes en Acció, anfitrión de la campaña, añade que “unos pescadores que faenan entre las costas de Ibiza y Xàbia llegaron a enganchar en sus redes una fotocopiadora”.

En esta situación, limpiar ya no es suficiente. “Cualquier iniciativa de limpieza de plásticos va a ser simbólica”, indica Acuña. “No es realista pensar que vamos a conseguir limpiar el mar. Hay ciertas propuestas de uso de redes de arrastre, pero no son positivas, porque no discriminan la basura del pescado vivo”. Lo verdaderamente importante es “variar nuestros hábitos de consumo, reducir progresivamente el uso del plástico. Que se recicle en los contenedores adecuados, que cambiemos las bolsas del supermercado por otras de tela, que volvamos a utilizar envases de vidrio”, un material “muy eficiente y que en el mar, al igual que el metal, es capaz de generar vida, la asienta”. Pone un ejemplo. “Una moneda que caiga al mar comienza a rodearse de materia orgánica, un trozo de vidrio, también. Pero el plástico no”.

Recuperar costumbres abandonadas tras la aparición del plástico es la única opción.  “Cuando se creó, el plástico era genial”, concede Acuña, “era barato, ligero y capaz de contener cualquier cosa”. Tardamos en descubrir que, por un lado, agota recursos naturales y que, por otro, es tóxico. Y sin alternativa viable. “No se puede crear un material biológico y sostenible para sustituirlo, necesitaríamos tres planetas. Porque además, producimos y consumimos al ritmo de diez generaciones. Derrochamos. No sabemos gestionar bien los recursos ni nuestros residuos”.

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Parte de la tripulación del ‘Diosa Maat’, en su escala en Santa Pola.

La coordinadora de Ecologistas en Acción insiste en que hay que empezar con pequeños detalles cotidianos. Acuña equipara la cesta de la compra con las urnas democráticas. “Hay que comenzar a ejercer nuestro derecho al voto cuando compramos”, sugiere. “Podemos decirle al productor qué queremos y en qué envase lo preferimos. Si el consumidor se encabezona en elegir el envase de vidrio de una mayonesa en vez del de plástico, al final el productor se dará cuenta. Porque le da igual”. Y no cabe culpar siempre al fabricante. “No se trata simplemente de castigar los excesos de producción” a través de entidades supranacionales como la ONU, con dictámenes “en los que no se aplican criterios científicos, sino políticos” y que “tendríamos que exigir que fueran vinculantes”. “Por ejemplo, no podemos pretender castigar a China por ser el mayor productor de lo que consumimos todos los demás. Debemos ser conscientes de que el problema también es nuestro, como consumidores. Tenemos mucha responsabilidad, pero también más poder del que creemos”, asegura Acuña.

“Es más fácil aprender cosas nuevas que quitarnos los vicios viejos”, dice Acuña. Así que la solución está en los niños. En la educación, en la concienciación. “Saben mucho, te regañan, llegan a concienciar a sus propios padres, porque en general se está haciendo una buena labor en los colegios. Son ellos quienes tendrán que reconducir el basurero en que hemos convertido el mar. Y ellos, quienes asumirán las consecuencias, no los responsables directos”. “Debemos verlo todo de forma integrada, anticiparnos al efecto mariposa que cualquiera de nuestras acciones puede desatar. Si seguimos consumiendo, explotando y ensuciando acentuaremos un cambio climático que ya tiene consecuencias visibles. Debemos someternos a un proceso de adaptación y supervivencia ante estos procesos”, sentencia Acuña.

2 comentarios en «El mar agoniza entre plásticos»

  1. Dices muy bien en el que hemos de empezar a cambiar nuestros hábitos, y utilizar sólo aquellos envases y bolsas que no sean de plástico. Y sobre todo concienzar, desde la escuela, a las generaciones del futuro.

    • No lo digo yo, Pepe. Lo dice Sara Acuña, que es quien sabe de lo que habla, como coordinadora de la campaña y del área de Medio Marino de Ecologistas en Acción. Muchas gracias por tu visita.

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