El actor, director y profesor teatral John Strasberg era, probablemente, el único alumno del Actor’s Studio que comandaba su padre, Lee, que no quería llamar a la puerta del laboratorio escénico del que salieron Marlon Brando, Montgomery Clift, James Dean, Paul Newman, Marilyn Monroe, Robert De Niro o Al Pacino. Él prefería mirar por la ventana. No solo porque el peso de la leyenda amenazaba con torcerle el espinazo. También porque, de alguna forma, pensaba aquello era una cadena de montaje de autómatas. “Yo aprendí con mi padre, que trabajaba a su manera, con un método muy ordenado y muy potente. Pero sentí que cuanto más me acercaba a lo que yo quería hacer, más me alejaba de lo que me estaban enseñando. Llegó un momento en que yo no quería planear lo que pasaba en la página tres del texto, sino que quería sentirlo”. El Proceso Creativo Orgánico (PCO) fue su particular y muy shakespeariana manera de matar al padre. Un método de enseñanza teatral que esta semana ha llevado a la Universidad de Alicante (UA), como columna vertebral del Máster en Arte Dramático Aplicado que imparte en la entidad académica y que dirige el profesor John Sanderson. “Hasta ahora, en España, los actores que querían formarse en el espíritu de la escuela realista tenían que salir al extranjero. La UA ha apoyado la forma de trabajar desde mi experiencia. No es algo sencillo de hacer, pero creo que puede tener éxito”.
Strasberg fue desarrollando su manual de instrucciones para subirse a un escenario lejos de la “revolución para el trabajo de los intérpretes” que supuso Actor’s Studio. Al margen de las corrientes y las cuchilladas de un mercado jugoso que pretendía hacerse con los grandes nombres que han llenado de sueños el planeta. “La generación de mi padre engendró grandes debates en torno a si una escuela era mejor que otra. Eso es muy triste”. El Método que nace con Stanislavski, crece con los Strasberg (con Lee y también con Paula, madre de John) y pervive en la actualidad es la base de la mayor parte de los currículos docente de Arte Dramático. Pero John Strasberg lo vio de cerca. Y conoce sus defectos. “El Actor’s Studio fue muy importante para grandes actores, nombres que todos conocemos. Pero no se habla de los fracasos, que también los hubo. Yo sí, me gusta hablar de la realidad”.
Según Strasberg, “las escuelas anteriores fundamentaban su trabajo en que el ser humano es una especie de máquina que se puede programar. Pero en el fondo no es así. No somos máquinas y cualquier proceso creativo debe basarse en la imaginación”. Busca el ejemplo fuera del escenario. “Albert Einstein reconoció que su principal éxito fue pensar como lo haría un niño y consiguió cambiar el mundo”. Ver lo que los adultos dejan de ver, “ascensores volando”. Y para ello, hay que dejar de pensar y comenzar a sentir. “Para mí, el centro del trabajo creativo no está en el cerebro, sino en los sentidos. No tanto en las emociones, sino en la transmisión de lo que cada uno ha aprendido de la vida, de su entorno. De esta forma, puede se puede conseguir hacer lo que nadie más puede hacer”. Construir un personaje a partir de uno mismo.
“Con el PCO, en realidad, vuelvo a las raíces. No es una innovación que nace a partir del Método. En realidad, educar no es meter dentro, sino sacar fuera. Los métodos de enseñanza que se basan en llenar el cerebro de conceptos están equivocados. Los códigos que enseñan las escuelas de interpretación son mediocres. Hay que saber acceder a lo que uno lleva dentro. Uno sufre mucho como actor, como músico, porque hay que trabajar muy duro. Pero si salen buenos resultados, el placer es enorme”. Y para dar resultados, hay que desdoblarse como un calcetín hasta encontrar la talla del personaje que se interpreta. “Si alguien quiere ser actor y no es capaz de sacar su parte personal en la interpretación, es mejor que se dedique a otra cosa. Hablar nada más sobre un escenario es una tontería. Como los grandes pintores, hay que ofrecer la particular visión del mundo” de cada cual. “Para ello, baso mi trabajo en dos puntos fundamentales. El primero, conocerse a sí mismo. Y el segundo, saber leer. Si se corrigen los defectos que surgen con la lectura errónea de los textos, el actor ganará mucho”.
“No hay que poner el foco en las emociones. Un buen trabajo pide otra cosa. Hay gente muy sensible que no sabe canalizar lo que siente. Tienes que aprender a percibir la realidad y luego poder expresarlo desde un punto de vista correcto. De esta forma, aportarás tu parte a los grandes papeles. Hamlet no siempre es el mismo, varía en función de quién lo interpreta o de en qué país se pone en escena”. Esta idea sustenta “el 90%” de la labor docente de Strasberg. “Pocos actores componen un personaje, pocos son capaces de ponerse en la piel de otros. Así empecé yo, que no quería ser yo mismo, quería ser otro. Para ello, me fijo en el ser humano, en cómo influye su propia vida en lo que es. Y sobre un escenario no quiero actores, sino seres humanos. Si a un actor se le ve la técnica, tiene un problema”. Strasberg vuelve al resto de disciplinas artísticas para cimentar su PCO. “Muchos pintores o músicos tienen mucho oficio, dominan todas las técnicas. Pero no son creativos”. Copistas de la realidad, lectores de pentagramas, recitadores de textos. Técnica pura. Pero sin arte. “Un buen actor puede saber contar una historia, pero al mismo tiempo puede resultar un poco frío. Hay que buscar sorprender, que es algo que no se puede enseñar, pero sí enfocar la manera de evitar lo que nos lo impide”.
Con todo, Strasberg admite que para alcanzar el mito, se necesita algo más. “Actualmente hay gente buena, pero no dejan marca. Brando o Clift marcaron una época. Ahora hay muchos imitadores, pero no son originales”. Conoce el paño de primera mano, heredó muchos de los alumnos de su padre. También los más grandes. “Vengo de un mundo muy particular, desde pequeño he visto grandes actores trabajar con humildad para hacerse con papeles que deseaban pero que nadie les ofrecía. Ahora, cuando veo a Matthew McConaughey o Christian Bale, veo un esfuerzo, un estudio para mejorar sus interpretaciones. Han comprendido que tenían que cambiar su forma de trabajo para desarrollar nuevos personajes. Pero hay algo en la reflexión de un auténtico maestro de la escena que no se puede imitar”. Trata de pensar algún nombre, pero no le resulta fácil. “La mayoría de los actores jóvenes trabajan bien, se nota que han estudiado interpretación. Pero generalmente su trabajo viene de la cabeza, no del corazón. Por supuesto, está Daniel Day-Lewis. A veces puede resultar algo frío, pero es el que mejor se mete en el papel de otros. De hecho, ha sufrido varias crisis nerviosas porque no sabía salir de su papel. Y tan importante es saber salir como adentrarse en el personaje”.
Strasberg no ceja en su empeño de transmitir sus propias nociones teatrales. Para ello, continúa fomentando la creatividad y la investigación en las artes escénicas en los John Strasberg Studios de Nueva York. Produce, adapta y dirige montajes en su Accidental Repertory Theatre-ART. E imparte talleres y cursos en Nueva York, París, Madrid, Milán o Montreal. “Los jóvenes actores necesitan entender que hay maneras distintas de trabajar, no solo en escuelas anteriores que están más institucionalizadas”. Aunque, como en la UA, no solo es la escena el destino de sus enseñanzas. “También formo a otro tipo de profesionales. De hecho, la gente suele preguntarme por mis alumnos más famosos, pero citarlos sería despreciar al resto de personas que han aplicado mis métodos. Hace poco recibí un email de una alumna mía. Una abogada que trabajaba en África. Me agradecía lo que le había enseñado y cómo eso había beneficiado a miles de personas que lo necesitaban. Eso supuso una satisfacción increíble para mí. La exigencia con este tipo de profesionales es la misma. La única diferencia con los actores es que quieren expresarse a sí mismos, no como personajes de una función”.