La infancia de Sheldon Cooper

En la última aproximación seria al personaje de Sherlock Holmes, la serie de la BBC protagonizada por Benedict Cumberbatch y Martin Freeman, el doctor Watson achaca la personalidad del detective más famoso de todos los tiempos al Asperger. No es el único caso. Este síndrome del espectro autista se ha convertido, según los expertos, en un fenómeno de moda. En el mundo de las series de televisión, se ha creado un club selecto de lo que en los foros especializados y entre los propios afectados ya se conoce como el Asperger triunfador. En cabeza de todos ellos está Sheldon Cooper, uno de los protagonistas de The Big Bang Theory. Pero hay más. Gil Grissom (CSI), Temperance Brennan (Bones) o Will Graham (Hannibal) son sujetos raros pero brillantes que dan una visión distorsionada de la realidad de quienes sufren este síndrome, a juicio de los especialistas.

Sheldon

Sheldon Cooper, el personaje que interpreta el actor Jim Parsons en la serie ‘The Big Bang Theory’. / CBS.com

De ser real, Sheldon habría mostrado los primeros síntomas en torno a los cuatro años. Probablemente, sus padres le habrían llevado al médico por problemas de sordera, ya que habría empezado a no hacer caso a sus llamadas. Pero una visión más profunda habría revelado que el pequeño Sheldon alineaba sus juguetes o miraba fijamente durante mucho tiempo el giro de unas ruedas o el destello de unas luces. Quizá también habría comenzado a repetir palabras o frases enteras, en lo que se conoce como ecolalia. El médico de cabecera habría comprobado que Sheldon no tenía ningún problema en el oído. Pero sus profesores sí habrían detectado un comportamiento extraño ya en la guardería. El Sheldon real no mostraría ningún interés en jugar con sus compañeros, habría sido un niño solitario y demasiado franco. Una nueva visita al médico de cabecera iniciaría lo que los especialistas llaman la peregrinación de los padres. Del centro de salud, al departamento de Salud Mental y de allí, a una asociación o a un centro de atención temprana. Sheldon habría comenzado su tratamiento con psicólogos y psiquiatras antes de los seis años.

Posteriormente, los Asperger son escolarizados en un aula ordinaria. Y ahí comienzan sus verdaderos problemas. Los neurotípicos –que somos todos los que nos consideramos normales- comprobamos enseguida que los sheldon carecen de filtro y no siguen ninguna norma social establecida. Son demasiado sinceros, impulsivos y listillos, lo corrigen todo como una madre. Y nadie quiere compartir patio con una madre rara, con lo que Sheldon habría empezado a sufrir acoso escolar. Más adelante, la discriminación se acentúa. Como no tienen ningún defecto físico, como no son tan reconocibles como un afectado por el síndrome de Down, solo tras un juicio consiguen que les contemplen como discapacitados. Y su inserción social es muy complicada, precisamente por el fenómeno del Asperger triunfador. Todo el mundo espera que sean extraordinariamente inteligentes. Según todos los estudios, hay tantas posibilidades de que un afectado sea superdotado como entre los neurotípicos. Así que cuando un empresario contrata a un Asperger espera que sea Sheldon, Sherlock o Grissom. Y cuando se dan cuenta de que no es así, llegan hasta a despedirlos. Además, les resulta muy complicado encontrar pareja, con lo que el índice de ansiedad y depresión es muy elevado.

Benedict Cumberbatch, protagonista de la serie 'Sherlock', a las puertas del 221b de Baker Street. / bbc.co.uk

Benedict Cumberbatch, protagonista de la serie ‘Sherlock’, a las puertas del 221b de Baker Street. / bbc.co.uk

Por eso lo especialistas y los propios afectados alertan sobre la eclosión del Asperger en las series de televisión, que ha conseguido que cualquier personaje con dificultades para las relaciones sociales pero de gran éxito en su ámbito se identifique con este síndrome. Desde Mozart o Einstein, hasta Leo Messi. Y no es así, necesariamente. En un principio, nos atraen, señalan los expertos, porque están de moda, son nobles, sinceros, inocentes y capaces de aprenderse de memoria las características de todos los pokemon, por ejemplo. Además, son conscientes de sus dificultades, por lo que se empeñan en aprender a relacionarse y consiguen hacerlo. Pero luego, durante la convivencia, todo se deteriora, avisan. No es fácil compartir piso en el 221b de Baker Street o en el edificio de The Big Bang Theory. Pero, al final, como dicen los especialistas, la rareza es un concepto demasiado abstracto. Cada uno de nosotros es único, peculiar y diferente. Y tiene que haber raros en este mundo. Triunfadores o no.

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