La visita de Carles Puigdemont a Copenhague, el pasado lunes, levantó gran expectación en Dinamarca. Quizá más de la que cabría esperar de un país cuya capital, Copenhague, está situada a más de 2.000 kilómetros de Barcelona. Pero lo cierto es que la prensa danesa ha seguido con interés todo el desarrollo del proceso independentista catalán. “Puigdemont se ha convertido en una figura que ha dividido a los partidos políticos, con algunos de su parte [la extrema izquierda] y el resto adscritos a las líneas oficiales de la UE [la coalición gobernante, de derecha y extrema derecha]. Su visita era una oportunidad de escuchar su propia versión del conflicto. Además, el hecho de que nadie supiera si iba a ser arrestado aquí lo convertía en un acontecimiento”, explica Lars Toender (Copenhague, 1972), profesor de Teoría Política del departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Copenhague.
La división de un país perteneciente a la Unión Europea (UE) como España podría ser razón suficiente para esta inclinación por el asunto. Pero hay más. “La atracción por el proceso independentista es general, se percibe como una crítica al Gobierno, la exigencia de una UE más democrática y la necesidad de un cambio en el desarrollo de las políticas globales”, señala el politólogo. “Más allá de todo eso, probablemente existe la tendencia de ver los acontecimientos de Barcelona en pro de la igualdad y la justicia como parte del movimiento que encabeza Puigdemont. En este sentido, los medios daneses deberían profundizar más”.
También podrían influir las corrientes independentistas de territorios como las Islas Feroe o Groenlandia (regiones independientes que pertenecen al reino de Dinamarca). “La situación de las Islas Feroe no es tan controvertida como la de Groenlandia, donde el deseo por declarar su independencia del estado danés es mucho mayor”, señala Toender. “Ambos países disfrutan de un amplio autogobierno pero reciben una gran cantidad de dinero cada año de Dinamarca para mantener sus servicios sociales y políticos”. Pero, continúa, “a causa de sus recursos naturales y de su historia, en Groenlandia hay muchos ciudadanos que desean mucha más autonomía de la que tienen actualmente”. La generación de riqueza podría ser similar al peso de la industria catalana en el PIB español. Aunque Toender matiza: “Sí, salvo que en Groenlandia los recursos aún están ocultos y no son accesibles. Así que parte del territorio quiere más independencia para poder establecer acuerdos con China para aprovechar sus recursos. Además, Groenlandia se está convirtiendo, a pasos acelerados, en un punto estratégico geopolítico debido al deshielo, que facilita el trayecto entre Rusia y EEUU a través de Groenlandia”. El politólogo recuerda que durante la multitudinaria comparecencia en Copenhague, “a Puigdemont le tildaron de agente de Putin. Su respuesta fue más que convincente, enfatizó su compromiso con los valores democráticos y su deseo de una UE fuerte”.
El profesor danés siguió el acto atentamente. “Lo que más se echó a faltar en la comparecencia fue la cuestión de la solidaridad, sobre todo, la económica. Nadie le presionó por ese lado. Hubo muchas preguntas sobre su compromiso con la Constitución española y la legalidad. Pero eran, sobre todo, cuestiones morales o jurídicas”. A juicio de Toender, existieron ciertas lagunas en el interrogatorio al que fue sometido el líder de Junts per Catalunya. “Lo que a mí me preocupa es si la independencia busca proteger y desarrollar la propia riqueza en oposición a la del resto de miembros del Estado español. Puigdemont fue muy conciliador y declaró que pretendía una relación diferente con el Gobierno español”.
El experto en Teoría Política se aleja de la subjetividad con que se afronta el procés tanto en España como en Cataluña. “La impresión que dejó Puigdemont en Dinamarca fue la siguiente: ‘El Gobierno español quiere que nos rindamos pero nosotros queremos negociar mediante el diálogo’. Entre otros asuntos, apuntó hacia el estado de las autonomías dentro de la Constitución y a la diferencia con la que el Estado trata a las diferentes regiones españolas. Por ejemplo, dijo que otras autonomías pueden abrir delegaciones comerciales en otros países de la UE, pero que Cataluña no. Y que otras regiones pueden recaudar impuestos, pero Cataluña no. No sé si es cierto, pero me sirve para ver que él quería presentarse como el chico bueno de este juego político. Y, en mi opinión, en esto, salió victorioso”.
Uno de los puntos que se repiten en ambos países es el del alineamiento de la izquierda con las posturas nacionalistas. “Lo que la izquierda alega es que no están de acuerdo con la independencia pero que se debe permitir a los catalanes organizar un referéndum”. “Esto enlaza con lo que comentaba antes”, prosigue Toender, “la autodeterminación democrática opuesta a la solidaridad económica”. “Cada uno de estos valores es moral y políticamente justificable pero no siempre pueden coexistir, al menos, mientras se introduzca la cuestión del nacionalismo. Para resolver la cuestión, debes resolver el problema del nacionalismo, que es la baza que frena nuestra imaginación política”.
Toender ofrece soluciones. “Para empezar, se debe reconocer el nacionalismo como lo que es, un truco que crea una pretensión de unidad, y después, empezar a buscar soluciones pragmáticas para problemas comunes. De esta forma, se puede resolver el conflicto entre la autodeterminación y la solidaridad. No creo que Puigdemont se haya percatado de esto, que es el núcleo del caso”, afirma. “La agenda básica debería consistir en evitar la bifurcación del problema, establecer alianzas con pluralistas de otras partes de España y permitir el intercambio de recursos. Creo que Puigdemont se muestra dispuesto a aceptar las dos primeras premisas. Que quiera abrirse a la tercera, ya está menos claro. Pero ahí es donde se debería incidir”. El politólogo explica que el pluralismo es “una orientación política que comprende que la gente y los movimientos son entidades complejas con miles de historias diferentes que no pueden ser reducidas a una sola”.
A su juicio, “lo que debe de hacer el resto de españoles es presionar al Gobierno para establecer una negociación. Levantar la orden de arresto y dejarle volver. Y negociar. Lo que él decía era que no tenían más exigencia que una autodeterminación democrática. Pero esto puede tomar muchas formas, algo que las negociaciones deberían aclarar”.