Manual de instrucciones

Para explicar los mayores casos de corrupción de los últimos tiempos en España –Malaya, Gürtel, ERE, Brugal-, los periodistas acuden al espejo de El Padrino, Los Soprano o The Wire. Jenaro García, cerebro brillante y bolsillo oscuro de Gowex, ya tiene el perfecto trasunto en los papeles, el personaje interpretado por Leonardo Di Caprio en El lobo de Wall Street. Prácticamente todas las primeras planas de los diarios pueden telegrafiarse en una cartelera. Ciudad de Dios enseña el camino que aleja a los negros brasileños de las gradas de su mundial. Éxodo está lejos de desvelar el origen de la guerra entre Israel y Palestina, pero para saber cómo es cualquier hombre cuando silban cualesquiera misiles ya está Apocalypse Now. Generalmente sale perdiendo la realidad en la comparación, pero en un mundo que se encamina sin freno hacia el monopolio de lo audiovisual, la literatura va perdiendo el paso y las películas son el manual de instrucciones imprescindible para explicar lo que no se puede concebir fácilmente. O lo evidente.

El mago de Oz también evita dar la cara mediante un holograma ante sus súbditos, como Mariano Rajoy en las ruedas de prensa de plasma. No hay mejor ejemplo de la vida en la España franquista que Plácido. La indefensión del ser humano ante la naturaleza está en Los pájaros y la cura contra el remordimiento es tan verde como los vómitos de El exorcista. El miedo es la escena de las duchas de La lista de Schindler, el perdón vertebra el final de Blade Runner y la muerte sabe jugar al ajedrez en El séptimo sello. Amamos a los amigos como nos dice El tercer hombre, los amigos nos decepcionan como nos dice El tercer hombre. Los celos nos abofetean en Toro salvaje y un semáforo separa el amor del matrimonio en Los puentes de Madison.

Escuela sin alumnos.

El cine tiene cerradas las taquillas de la Educación.

Tiempos modernos, Metrópolis, Ladrón de bicicletas, Taxi driver. Toy story 3, Dersu Uzala, El hombre elefante, Annie Hall, Freaks. Los cuatrocientos golpes, En el nombre del padre, La noche del cazador. Toda la humanidad puede acomodarse entre las medidas de una pantalla blanca. El universo entero se exhibe impúdico en 2001. Una odisea del espacio. Hasta las propias miserias del cine erizan la piel en el final de El crepúsculo de los dioses. Más allá del recurso fácil de los titulares, el invento de los Lumière es el diccionario ilustrado de lo que somos.

Y sin embargo, no hay manera de que entre en los planes de estudio.

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