Secuestrar un avión para tratar de recuperar a la ex mujer que hace años que te olvidó tiene el mismo efecto que prometerle a la mujer que está a punto de mandarte al olvido que vas a cambiar. Ninguno. Tampoco da resultado pedirle que no te abandone, que te deje ser la sombra de su sombra, la sombra de su mano, la sombra de su perro. En parte, porque es imposible llegar a cantar como Jacques Brel. Pero sobre todo, porque si se le diera la vuelta a la historia, tampoco habría un solo hombre que quisiera volver con una mujer que secuestra un avión años después de olvidarla ni otro que creyera que una mujer que está a punto de enviar al olvido puede cambiar.
El egipcio Seif Eldin Mustafa lo intentó esta semana. Desvió un avión hacia Chipre, donde vive su ex. Amenazó a la tripulación con un cinturón de explosivos fabricado con plastilina, cinta de embalar barata, cuatro envases de plástico de los que se usaron hace años como monedero para darse un chapuzón con la calderilla a cuestas y dos o tres cables de colores. Uno rojo y otro azul. El tercero da igual. Todo, mucho más inocuo que un artefacto marca ACME. Tras horas de angustia, lo único que consiguió Seif fue que su ex no supiera dónde meterse, un probable y triste nuevo destino para el jefe de seguridad del aeropuerto y un estallido de carcajadas en todo el planeta. Y un selfie con una azafata.
Hay dos tipos de hombre, el que se detona las tripas para alcanzar un cielo lleno de huríes sin burka y el que sabe que como líder de una organización clandestina que manda a los demás a la muerte se liga mucho más. Lejos del integrismo y el fanatismo la cosa no cambia demasiado. La mujer como pieza de caza, como recompensa, como origen y remedio de nuestra soledad. Pero si los hombres fuéramos capaces de dar la vuelta a las historias, veríamos que son tan listas, altas, gordas, sumisas, fieles, cabronas, intrépidas, beatas, ingeniosas, implacables, enfermas, rebeldes, frágiles, detestables, aburridas, corruptas, rubias, maquiavélicas, vagas, poderosas, traicioneras, protectoras, negras, creativas, inseguras, pacíficas, brillantes, feministas, severas, efímeras, propensas al cáncer, manipuladoras, desordenadas, frágiles, responsables y sordas como nosotros. Tan Seif y tan todo lo contrario como cualquiera de nosotros. También es casi imposible llegar a cantar como Billie Holiday. Aunque a nosotros nos cuesta más entenderlo.