Cien

Uno. Pocos lo sabéis. Soy Batman. Dos. Bueno, no. Tres. Soy lo que queda si a Bruce Wayne le quitas el encanto, el dinero, el trauma del asesinato de sus padres y el miedo a los murciélagos. Cuatro. Bueno, tampoco, este chiste ni siquiera es mío. Pero sí tengo una cueva detrás de una cascada, afán de justicia, desapego económico (por motivos distintos) y un supervillano como Joker. Tengo miedo de ser Joker. Por eso también me pinto la sonrisa del revés cada vez que puedo. Cinco, seis, siete. Ya no salgo de noche pero me gustan las gárgolas. Ocho. Y duermo en el manicomio de Arkham, donde estoy encerrado. Nueve. En realidad, todo me lo he inventado. Salvo lo de Batman. Y lo del Joker. Sí soy Batman, sí tengo miedo de ser Joker. Estáis en mis dominios. Diez. El Faro del Impostor llega a cien. Entradas. Con esta.

JokerAprovecho la ocasión para hacer limpieza e inventario. No se pueden limpiar bien los cristales de un faro que mira al sur. El sol evapora el detergente antes de que surta efecto. Este faro mira al sur. Así que la luz que sale de aquí tiene las impurezas del tiempo, la mentira, la soledad y quizá el miedo. (La cuenta debe de andar por el veintiuno). Tengo la mirada emborronada, como todos. También tengo voz. Un ordenador. Un móvil con cámara. Y cada semana, desde hace dos años, me encierro en Arkham. Cuento mis pequeñas historias desde mi mansión en Sunset Boulevard. Viajo a este balneario de Davos a escupir el tiempo, la mentira, la soledad y quizá el miedo. Es mi velero de Truman con el que busco un resquicio al caos, como un borrego de Buñuel. Treinta y siete. Fuera solo está la vida. Y vosotros. Tengo la suerte de que estéis ahí para leerlo. Al menos, quiero pensar que no sois fruto de mi imaginación. Sería embarazoso achacar todas las visitas al spam. Cincuenta y nueve, sesenta, sesenta y uno.

La semana que viene volverá el faro a funcionar. Tras la limpieza. Tras el inventario. Con la entrada ciento uno. Volveré a querer ser Stevenson en Tahití, volveré a releeros la realidad que viene manchada de tinta, volveré a hablar con la gente que sabe más que yo. Volveré a emborronar la vida con mi mirada. Setenta y siete. Tengo que arreglar la Sala de Linternas, que la tengo descuidada. Igual os pregunto dónde meter tanto trasto. Pintaré las paredes de la Sala de Calderas. Y no me permitiré alejarme demasiado de la bitácora de Naufragios. Ochenta y seis. Porque pocos lo sabéis. Pero soy Batman y tengo miedo de ser el Joker. En el fondo, todo esto no va más que de eso. De fronteras, de mentiras, de soledades y del tiempo que pasa. Quizá, también, del miedo. Noventa y ocho, noventa y nueve. Y cien.

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4 pensamientos sobre “Cien

    • Desde hace unos años, me fascina el número treinta y siete. Lo coloco allí donde puedo. Veo con absoluta emoción que no soy el único. Visítanos siempre que quieras. El Faro nunca cierra.

    • Soy más ordenado que limpio. Entre otras cosas, porque, efectivamente, el polvo es la serpentina del tiempo. Gracias, Marian. Sabes que este es tu faro. Vuelve cuando quieras.

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