Verano

Pensamos en el verano como territorio de nuestras victorias, como la recompensa de un maratón de frío y resignaciones a cuya meta llegamos como Filípides, con el aliento vacío y sed de cerveza. Pensamos en el verano con su reparto de horas, con su claustro de hamacas y su aroma a jazmín de apartamento, con su tendedero de toallas y esa nostalgia que tiembla y parece de verdad, como un espejismo en el desierto. Pensamos en aquel verano en que aprendimos a fumar antes que a besar, aquel verano que repartíamos entre la nada y un rincón de lectura y baño junto a las rocas, aquel verano en que recorrimos tres constelaciones mientras en el pueblo lanzaban salvas a la Virgen del Carmen. Y decidimos que todos los veranos son iguales.Verano 1

Pensamos en el verano como el cuarto diminuto en que no cabe la soledad de un cumpleaños de agosto ni el picor de una escayola a destiempo ni el miedo de que este sea su último verano. Donde no cabe la tristeza de planificar unas vacaciones con la parrilla deportiva en la mano y la ausencia de una madre que nos compraba las sandías con hielo picado. Llegamos con la disciplina en remojo, sin ganas ni de protestar, con un libro comprado a peso y una pulsera de todo incluido para el chiringuito. Y somos la energía de quien aprovecha el tiempo detenido o el vecino de enfrente, que se sienta en una mecedora a vernos pasar. Y somos quien baraja las posibilidades en bikini y sandalias, somos el vigilante de la piscina, somos el anciano que escucha los gritos, las conversaciones, los gemidos y los cánticos de guerra desde su ventana entreabierta para que no pase demasiada corriente. Y somos nuestro primer amanecer y somos nuestro primer desencanto.Verano 2

Pensamos en el verano para no doblar más calcetines, para olvidar el grifo del agua caliente, para alegrarnos por encontrar aparcamiento en pleno centro a la hora de comer. Para olvidar durante cuatro semanas, para fijar en nuestra memoria aquel viaje de seis días, cinco noches, para volver a sentarnos en el murete donde por primera vez vimos que nuestro único sueño se quitaba la arena de los pies, para jugar a los tesoros escondidos entre encinas, para contar las gotas de lluvia en nuestro trayecto hacia París. Pensamos en el verano como si no existieran los médicos, los abogados, los revisores del gas, los callistas y los padres de otros alumnos. Como si no existieran las bufandas y los consomés. Como si no existiera el sol blando y desenfocado de septiembre, como si solo existieran los rasguños en las rodillas de subirnos a los árboles, como si un atasco fuera un parque temático, como si el infierno no fuera una condena de calor.

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2 pensamientos sobre “Verano

    • Todo lo contrario, Beatrice. Mi intención era contar que el verano se carga de una nostalgia que es falsa, que trata de que todos los veranos sean iguales, pese a que no lo son. Queremos ser felices porque tenemos unas vacaciones que no aseguran nada nuestra felicidad. Mi nostalgia es de septiembre y otoño.
      Gracias por participar. Sabes que este Faro es tu Castaño de Indias. Un beso.

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