Hay que reconocer que este año que mañana dejaremos arrinconado en el desván ha conseguido eliminar ese rastro de caramelo perdido, de chicle pegado bajo el asiento, que siempre tienen los finales de diciembre. La melaza de los buenos propósitos y del llanto por las pérdidas ha sido sustituida por el rencor hacia un 2016 que nos ha dejado huérfanos de mitos. Viene 2017 como un rey pánfilo, como un maestro sustituto, heredero de un villano que pasará a la historia por su holocausto de artistas y su nostalgia de imperios. Viene 2017 a recoger los restos del naufragio, a reordenar los cajones, y nadie ha reclamado todavía una tregua, un respiro o cinco minutos para fumar el último cigarro antes de arremangarse y volver a empezar. Hay que reconocerle a 2016 que no ha pasado desapercibido, que nos ha recordado que somos mortales, que incluso Bowie lo era, y que, por primera vez, nos ha despertado el alivio malsano de que se descorchen más botellas por su desaparición que por el nacimiento de su delfín.
Hemos vuelto a atravesar el estrecho de Mesina, el que separa a Calabria de Sicilia, que es donde la tradición sitúa el paso de Ulises entre Escila y Caribdis, entre lo malo y lo peor. Ya ha sucedido antes y volverá a suceder. La sociedad avanza con el maremoto de lo tecnológico, pero siempre se encuentra con la encalmada de la política, que no es más que un freno de relojes. Pasaría con el fuego y la rueda, pasó con la máquina de vapor y está pasando con la revuelta digital que convierte a los electrodomésticos tanto en asesinos como en soplones de la pasma. 2016 ha vomitado todo lo que aún no hemos sabido digerir, ha revelado nuestros terrores, ha demostrado que preferimos pasar un mes en el sofá con la pierna escayolada a organizar una mudanza imposible de posponer.2017 tiene la oportunidad de salir al claro y encender un fuego para descansar mientras luchan los colosos en una batalla de telediario y épica de fin de curso (¿Qué camino debo elegir para salir de aquí?). Tiene un bosque arrasado por el fuego en el que solo cabe empecinarse en reforestar (Eso depende en gran parte del sitio al que quieras llegar –dijo el Gato). Tiene un pasado en el que solo hubo pasado y nostalgia y ayer y fotos en sepia y viajes pagados a donde nunca se ha de volver (No me importa mucho el sitio –respondió Alicia). Toca recuperar el presente y explorar la encrucijada sin pretender resolverla (Entonces tampoco importa mucho el camino que tomes). 2017 llega con una sonrisa evanescente.