Cada cual arrastra sus vicios. Hay quien ama el cine con olor a desecho de hospital. Hay quien cree que ama el cine y se abraza al poder para pintar de rojo una alfombra que no es ni gris. Manolito Motosierra es de los primeros. Es propietario de una tienda especializada en el terror vintage, director de cine gore e impulsor de un festival que mañana alcanza su decimotercera edición. Trece, ese número que lejos de la gran pantalla solo asusta a las viejas. Cuenta que creó Navidades Sangrientas porque nadie aceptaba sus primeros cortometrajes, pura caspa embadurnada en salsa de tomate. Quién sabe. Quizá es otra de sus historias sin medida. Al fin y al cabo, eso es el gore. “Es el cine en el que la sangre es la protagonista”, asegura Manolito, “el terror llevado al extremo”. Miedo, risas, “cutrez”. Y todo, con un requisito indispensable. “El asunto radica en exagerar”. Como el Barón de Münchhausen, pero con delantal de cuero, mirada de desquiciado y un buen surtido de armas blancas.
Trece años de propuesta cultural que jamás han encontrado eco en las arcas institucionales. Eso también es Navidades Sangrientas, un certamen empapado en el espíritu del gore. “Es un cine muy barato, siempre da la impresión de que lo rueda un grupo de amigos aficionados a la casquería”. En principio, un género visceralmente amateur que remite a un submundo de almas descarriadas que prefieren la foto de la trastienda de una carnicería a un atardecer frente al mar. Villanos de cocina sucia, mentes enfermas que escuchan en su cabeza eructos de sangre a borbotones, fotogramas soeces con RH negativo. Pero, en realidad, nada que ver. Estamos más bien ante una exaltación de la amistad. “Son películas para ver con más gente”, señala Manolito. “Gamberradas en las que todo vale pero que no hay que tomarse en serio”. Aún es capaz de concretar más. “Rock, tetas y monstruos”. Todo ello, con una generosa guarnición de líquido viscoso, a poder ser, aunque no siempre es así, de un rojo encendido.
El género mantiene un electrocardiograma estable desde principio de los 90, cuando eclosionó. Uno de sus principales inoculadores fue Peter Jackson, antes de perderse en el laberinto de El señor de los anillos, con una trilogía formada por Meet the Feebles, Mal gusto y Braindead, cuya protagonista, la española Diana Peñalver, estará mañana en el festival. El gore sobrevivió entre fanzines, festivales especializados, miles de subgéneros distintos, expresiones radicales en Alemania y Japón y el impacto de películas de hematocrito diluido como las sagas de Scream o Hostel, “que mostraban más sangre de lo habitual, pero no eran gore”. Manolito Motosierra nació con la revista Fangoria, creció con cintas como Bad Karma, Guinea Pig o Violent Shit –también las de Jackson- y acabó rodando sus propios desmadres. La próxima, “500 estacas, un homenaje al cine de terror de los 80 que no será tan gamberra ni tan gore”, avanza. Pero eso será después de Navidades Sangrientas.