Quieren

Quieren una danza de vencejos en la ventana. El ruido del tráfico a mediodía. Esperar en solitario a que el supermercado abra por la mañana. Quejarse de las obras en el edificio de al lado, reírse de un buen chiste y recibir la factura del agua. Pedir cita en el dentista, cambiar el aceite del coche, fumar en el salón y pasar frente a la peluquería cuando acaban de limpiar unas escaleras. Quieren aburrirse. Escuchar una conversación ajena en el metro, sudar de camino al trabajo, discutir con el vecino cuyo nombre son incapaces de pronunciar correctamente y tomar un café descafeinado de máquina con la leche caliente, por favor.

Quieren leer el anuncio de un restaurante, rezar y lavarse la cara con agua bien fría para sacudirse las legañas. Que les duelan las rodillas cuando cambia el tiempo, recordar el sabor de los tomates de su infancia y mirar al techo en el ascensor. Dormir bajo techo, soñar con un mundo mejor y morir en una residencia con vistas al mar. Quieren cuidar de los enfermos postrados en la cama, votar al partido que no gobierna, tener faltas de ortografía, deprimirse un martes de noviembre y salir al campo con una tartera y una nevera cargada de refrescos, para no gastar demasiado.Cortina

Quieren olvidar, olvidar, olvidar y enlucir la fachada, olvidar y sufrir por no poder ayudar a los niños con los deberes de la escuela. Quieren una escoba, un carril-bici y cerrar los grifos para evitar la sequía. Renegar del calor del verano, acordarse del cumpleaños de mamá, hacer amigos en la lavandería, tocar todos los timbres de un edificio de madrugada. Aprender otro idioma, sonrojarse, apartar la mirada de un muslo bronceado, pasar el insomnio con la televisión encendida pero sin voz. Quieren matar mosquitos, que alguien les escuche y preparar los exámenes.

Quieren calentar una sopa de pieles de patata, quedar hipnotizados por una hoguera y esperar al eclipse de luna de final de mes. Espiar a través de una cortina, contar los escalones de la estación de metro, enamorarse de la maestra y salvar a un gato que no se atreve a cruzar la carretera. Quieren saltar olas, vender artículos de ferretería en el pueblo de al lado y, de paso, comer un menú de nueve euros, pan incluido. Protestar por los impuestos, gritar el último gol de su equipo, contar viejas historias de su juventud y tener otro hijo. Quieren unas tijeras para cartulina, unas chanclas de goma e indignarse por sus condiciones laborales.

Quieren volver. Quieren, quizá, crear una red de ayuda a otros refugiados.

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